apocalipsis

La ciudad, estigma cruciforme

sobre la madre,

espolvorea almas expertas

en escaparatismo,

que se detienen sincronizadas,

a ver pasar el tiempo.

¿Pues no es sino esperar

a una catástrofe posible,

un final involuntario

el sentido de su continuidad?

Están pues, su impotencia

de raquíticos anímicos,

incapaces de un autofinal.

Se recrea en un apocalipsis

más deseado que temido.

Desde un balcón la mujer,

desnuda, pecado, mira...

Su catástrofe se inscribe

en sus histriónicas pupilas,

se abren las puertas a todas

las verdades...

La guerra del infierno

está en los interiores...

 

Ricard, lo difícil de expresar, esos infiernos interiores y esos poemas de catástrofes fatalistas cuya esencia es el alma, se escriben en pocas ocasiones con tanto acierto, disciplina y fuerza como tú lo has hecho.

 

Mas de alguna vez hemos esperado pacientes ese fin, me gusto tu poema, y tu descripcion de ese fin cercano.

 

.:.Saludos.:.


Muy cierto. No hay más infierno que el que nos creamos nosotros mismos o aquel en el que nos vemos obligados a inscribirnos o formar parte de una u otra forma.
Me ha gustado mucho el poema; me quedo con la sensación de un manojo de gentes tan aplastadas que desean su final en silencio pero con férrea convicción.

Un placer leerte,
Luciand.

 

Excelente forma de despertar a los seres que maldicen a todo lo que les rodea, que culpan a todos de su desgracia y no pueden verse por dentro las entrañas: signos innegables de un destino re marcado por acción y consecuencia.

Por favor tomar nota de las correcciones que te hice. Felicitaciones y saludos.