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Apuñalada su garganta, 1541

Tema en 'Poemas Generales' comenzado por carlos lopez dzur, 26 de Diciembre de 2008. Respuestas: 0 | Visitas: 432

  1. carlos lopez dzur

    carlos lopez dzur Poeta que considera el portal su segunda casa

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    25 de Febrero de 2008
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    Apuñalada su garganta, 1541

    Fue en Lima, una tarde del 26 de junio.
    La muerte lo velaba como se vela en las conspiraciones.
    Llegó el grupo de almagristas con puñales
    punzantes y obedientes y preguntaron por él
    y Alcántara, su medio hermano, los buscaron
    por las recámaras y los pasillos del Palacio
    de Gobierno y eran unos veinte perros alevosos
    y la saliva del rencor sería deber cumplido,
    se escurría por paredes, descendía por escaleras
    husmeando sus olores, con entrenado olfato.
    Y, al fin, mataron a invitados que no huyeron;
    Alcántara, en la puerta, agonizaba
    y el aposento se abrió. Como siempre, peleaba
    este chacal, Pizarro, el verdugo predilecto
    de Pedrarias, Francisco, hijo de la criada
    y bastardo de Gonzalo.

    Bien dijo el aspirante Diego que él no sabe gobernar
    en rigor; él funda pueblos y mata. Francisco
    es creyente de Curacas y el asesino de ellos
    (es que parece nacido para éso: para creer
    y destruir al mismo tiempo). Para matar a quienes
    le llaman, a él y sus marinos, Niños del Sol.

    Al fin, lo vio un cuchillo de la muerte.
    Una espada que alguna vez resplandeció en el Biru
    como los ojos de él cuando trazó la línea
    para trece afamados el destino, repartindose
    el mundo americano... Fue en Isla del Gallo
    donde nació esa braveza por Castilla,
    allí donde olvidó sus miserias de extremeño;
    desde entonces, supo lo que será:
    fiel asesino, bravo castellano.

    Mas quien a hierro mata, a hierro muere
    y han venido a buscarlo, cuando ya está viejo,
    casi 70 años y, siempre con el sable a la cintura,
    e invocando a Cristo. Y la Sagrada Espada
    falló en la escapatoria; no la pudo extraer
    como quería, pese a que mató al menos dos
    de aquellos invasores. Esta vez un cuchillo
    se metió en su gaganta y, apena tuvo tiempo
    de saber despedirse con el justo respiro
    sobre el piso. Con su propia sangre
    pintó su cruz de muerte.

    22-02-1981 / Indice: Lope de Aguirre
     
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