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Caso Ayuso Muramasa

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por Dertodesking, 5 de Mayo de 2024. Respuestas: 1 | Visitas: 225

  1. Dertodesking

    Dertodesking Poeta recién llegado

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    Hombre
    Prefacio

    El día 4 de mayo de 2033, María Bertrán Domínguez fue a casa de Luis Rodríguez Ramos, hombre del que se había divorciado hacía tres años. Iba a llevarse a la hija que tenían en común, Marta, a su casa por una semana, tiempo que estaba estipulado según el convenio regulador de custodia compartida. Tras entrar en la casa, Luis Rodríguez Ramos atacó tanto a María Bertrán Domínguez como a marta con un cuchillo, hasta matarlas. Acto seguido, se quitó la vida con el mismo utensilio.

    Según lo que supimos tras la investigación, Luis Rodríguez Ramos llevaba tres años ideando la muerte de su hija y de su mujer, como venganza contra ambas.

    Los rasgos más característicos de Luis Rodríguez Ramos serían su falta de empatía, acompañada de una preocupación excesiva con todo lo que le rodea. También poseía una personalidad en la que buscaba el apoyo incondicional a sus ideales por parte de sus parejas y conocidos. Ideales que defendía a toda costa hasta llegar a episodios de agresividad y psicosis.

    Uno de sus mayores miedos era sentir que la realidad que vivía podría alterarse en el futuro, llegando a tomar decisiones drásticas cuando esta parecía cambiar. Un ejemplo de esto fue cuando trató de suicidarse nada más su exmujer se separó de él.

    Volviendo al tema de la falta de empatía: un psiquiatra le diagnosticó Trastorno antisocial de la personalidad (TPA) y esquizofrenia paranoide, pero él ignoró estos diagnósticos, negándose a seguir los tratamientos que le ofrecieron.

    Además de estas características psicológicas que pudimos investigar analizando la vida del criminal y su entorno, también encontramos algunos archivos en su computadora, que arrojan más información al caso:

    en la carpeta «Descargas» encontramos seis archivos comprimidos en el formato Zip. Uno de ellos, llamado «Amaros», era un repositorio digital de artículos sobre el «Movimiento activista pedófilo». Otro de los documentos contenía un repositorio HTML con la página de la ya extinta organización «Danish Pedophile Association» (DPA), cuya traducción sería «Asociación Danesa de Pedófilos».

    Aparte de estos documentos, también encontramos una carpeta cuyo tamaño rondaba los 13 gigabytes. Esta albergaba todos los archivos que el dominio .onion «Parazytes» llegó a tener durante sus más de catorce años de actividad. Por lo demás, los documentos y programas del ordenador no suponían nada fuera de lo común, con la excepción de algunos juegos eróticos de corte «lolicon» (género de manga y anime donde personajes femeninos de apariencia infantil, llamados «lolis», son representados de manera erótica).

    Pero el archivo que nos impactó fue un texto en formato PDF llamado «Ayuso Muramasa» (de ahí el nombre del caso). Este, cuya transcripción literal podréis leer a continuación, muestra una serie de fantasías y pensamientos que, en cierta medida, profetizan lo ocurrido el día 4 de mayo de 2033.

    Una de las preguntas que nos surgía a medida que leíamos el documento era «¿Por qué el autor se representa a sí mismo como una mujer y como un cantante masculino, al mismo tiempo?». Según lo que el psicólogo forense comentó a nuestro equipo, Luis Rodríguez Ramos no padecía disforia de género, sino que, probablemente, cambió su nombre, historia y sexo para facilitar la escritura de dicho «manifiesto», pues escribir un relato personal es más sencillo si uno lo camufla de esa forma. Otra hipótesis podría estar relacionada con la enfermedad mental que padecía (esquizofrenia). Además de lo mencionado anteriormente, se teoriza que Luis Rodríguez Ramos podría haberse encontrado bajo los efectos de las drogas durante la creación del documento.

    Pasado

    Dorji canta primero. Según él, los cánticos ortodoxos eclipsan su mantra.
    «Namu amida butsu».

    Nuestro coro prepara la polifonía entre acordes mayores. Entonces un muecín ulula sobre ella, deslizándose. Arriba, abajo.

    «Allahu akbar».

    Cuando termina esta función, entrevistan al asceta tibetano:

    «Cantaste solo».

    «Sí».

    «¿Mmm?».

    «Soy una línea. Ellos, diez».

    Tras hablar con ese reportero, se despide del público. Le imito.

    «Van dos veces que haces esto. Si no cantas como queremos, te vas. Tú decides».

    Cabizbajo, Dorji promete cambiar. Abdel y yo, apenados, juramos vestir atavíos budistas para cada concierto. Así estará acompañado, creo.

    «Vosotros».

    Alzamos nuestras cabezas.

    «Ninguna cámara os saca. Sed menos tímidos».

    Erik entrega varios informes: hoy tendremos otro recital.

    «¿Cuánto cobraremos?»

    «¿Acaso importa? Sois eremitas. Dad ejemplo».

    Prendo mi último cigarrillo. Este mundo cambia demasiado rápido…

    «Mañana entrarán tres miembros nuevos: Qiang, Manju, Johnny».

    «¿Quién?».

    «Es americano. Interpretará marchas militares durante vuestra liturgia».

    «Pero...».

    «¿Pasa algo?».

    «...».

    «Bueno, hasta luego».

    Miro unos periódicos, desparramados por el sillón.

    «08/1/2026 CHINA ANEXIONA NEPAL».

    Son antiguos... Menudo hotel. Aburrido, intento dormir unas horas.


    Me llaman. Todos están esperándome. Bajo a recepción. Afuera hay varias limusinas aparcadas. Menuda boy band tan rara tenemos, pienso mientras recorremos las calles tokiotas.

    «¡Mira!».

    «¿Hum…?».

    «Impresiona, ¿eh?».

    «Bah».

    «Tío, 634 metros. Dime alguna torre más alta. Venga».

    «Eiffel».

    «Tiene 324. Casi».

    «Ah».

    «Vaya gilipollez», murmuro.

    Mis compañeros parlotean sin sentido, molestándome.

    «¡Chist!».

    «¿Oh? ¿Estamos fastidiándote?».

    «Obviamente».

    «Ajá».

    Siguen dando guerra. Suspiro, hastiado.


    Dentro esperan cuatro periodistas. Nos sentamos. Erik ha concedido cinco minutos.

    «¿Cómo veis Tokio?».

    «Bien, sinceramente. Buena comida, buen ambiente...».

    «Mola. Tenéis locales interesantes en cualquier rincón, je, je».

    «Muy ajetreado».

    «…Entiendo».

    «¿Podréis darlo todo? Actuasteis hace bastante poco».

    «¡Pues claro!».

    «¡Hombre!».

    «Lo intentaremos».

    «¿Algún mensaje de despedida?».

    «¡Viva Japón!».

    «¡Eso, ja, ja, ja!».

    «...».

    «Vale. Muchas gracias».


    «Ayer por la tarde abrieron el Suntory Hall, que se encontraba cerrado debido al terremoto. Para celebrarlo, vino una agrupación (un trío, en este caso) de música étnica/religiosa. Los músicos, aún con nuestra cálida acogida, parecían incómodos. Especialmente ese corista, George. Su mirada, débil, fija sobre las páginas del himnario, me incomodó sobremanera. Era como si no quisiera estar ahí. Y, asimismo, sentí cómo esa desgana afectó a sus compañeros, quienes tampoco mostraron demasiado interés».

    Momoi Toshiro. 05/05/2032. Reseñas breves de algunos conciertos (extracto). The Tokyo Yokai».


    «La entrevista… Hiciste una bruta figura, te lo dejé pasar. ¿Y después el recital?».

    «Es qu—».

    «¿Puedo terminar?».

    «…».

    «Todos llevan un tiempo quejándose: dicen que eres antipático con ellos. No me importaba mucho al principio, pero ahora yo también estoy harto».

    «Ya…».

    «Cállate, ¿vale? Estamos buscando a alguien para remplazarte. Si tienes alguna sugerencia, pásanos su contacto».

    «…».

    «OK… Ve haciendo las maletas».

    «¿Qué…?».

    «Nadie quiere verte aquí. ¡¿Queda claro?!».

    «S-sí…».


    Es una mañana de tonos fríos, gestos melancólicos y calles huecas. Miro por la ventana: la lluvia es fina; las luces de las farolas están apagadas. Por un instante, siento que la ciudad aún sigue dormida, como si este día fuera una mala secuela de la noche anterior. El tren comienza a llenarse de miradas vacías sobre teléfonos móviles. De hombres y mujeres aislados en una burbuja. Han pasado dos años, pero ahora nos confinamos de forma voluntaria. Mientras divago entre los contornos impresionistas de la ciudad, las paradas se suceden una detrás de otra, hasta que una voz metálica indica la mía.


    Llego a casa. En la cocina, el rumor de los electrodomésticos taladra las paredes e interpreta a Stockhausen en directo: cada pequeño sonido se expande hasta estallar en mis tímpanos. Siento recuerdos de frases inconexas, de canciones aleatorias y de sonidos cotidianos. También de ganas de ver el mundo arder, pero estoy muy cansado para eso.


    Me desplomo sobre el sofá y enciendo la televisión. En un documental sobre la Segunda Guerra Mundial, Goebbels se dirige al pueblo: «Les pregunto: ¡¿Quieren ustedes la guerra total?!». Cambio de canal, pero la voz del político sigue repitiendo esas palabras en mis oídos: «Ich frage euch: Wollt ihr den totalen krieg?». Su discurso extático se entremezcla con composiciones wagnerianas e imágenes bélicas.

    Apago el televisor, y enciendo el portátil para escuchar música. Desde los auriculares, Peste Noire con su Phalènes et Pestilence. Reviso el correo: nada nuevo. Entonces, apago el ordenador y marcho a dormir, con la incertidumbre de si descansaré bien.


    Un día nos casamos,
    formamos una familia

    y el amor se acaba

    cuando pierdo el trabajo

    y el bebé deja de gatear.

    Una cita en los juzgados

    y a tomar por culo todo el tiempo que gasté

    en este proyecto de vida.

    Para la niña el primer fin del mundo.

    Toda la ropa limpia, separada y doblada.

    Salir a la intemperie

    y vivir como un vagabundo

    que mantiene las formas,

    mal trajeado con el uniforme

    de una empresa mediocre.

    Papá ya no vive en casa

    porque mamá no pudo pasar del sueldo de cantante

    al sueldo de chupatintas.

    La mirada de mi jefe

    desde el umbral de su despacho

    se parece a tus ojos cuando espiabas

    los correos en la pantalla de mi ordenador.

    Ya no…

    Ya no viviremos juntos.
    No criaré a tu hija contigo.


    Muchas cosas pudieron haber pasado en agosto,
    pero no pasarán

    porque la niña de Schrödinger

    no es ni mía, y menos tuya.

    Comíamos en restaurantes, conversando mientras

    sujetábamos nuestras tersas manos

    bajo la mesa.

    Ahora la comida precocinada rellena

    un frigorífico de un hombre

    con más colesterol que hace un mes.

    Desde que tú te fuiste, no sabes qué pienso.

    Tampoco qué sueño.

    Tampoco a quién imagino asesinar

    todos los días

    que paso viviendo como un desheredado de la Tierra.

    Llueve…

    el cielo es el techo de hojalata

    de una esfera chabolista.

    Un mundo tóxico

    que envenena mis pensamientos

    hasta hacerme perder la noción de la realidad.

    Quiero escapar de este universo podrido.

    Escapar.

    Escapar.

    Pero tú también escapas.

    Conmigo. Con ella.

    Una Trinidad que voy a desintegrar un día de estos.

    Pero hoy no.

    Tampoco mañana. Ni pasado.

    Cuando me apetezca.

    Mi jefe me mira y asiento con la cabeza

    hasta que se va.

    Tú también escapas.


    Deformo la Trinidad

    en una cuadreja lasciva.


    Mis compañeros de trabajo

    hablan sobre mí.


    Deformo la cuadreja

    en una masa orgánica confusa.


    Todos escaparán conmigo

    un día de estos.

    Cuando mi niño era niño no sabía que era niño,

    y ahora no puedo encontrar mi infancia

    porque me olvidé de hacerlo en su momento.

    Niño.

    Adolescente.

    Hombre.

    Monstruo.

    Estoy listo para dejar de ser un hombre.

    Estoy listo para borrar la acumulación del pasado.
    Para hacer polvo el polvo.

    La crisálida de mi verdadera naturaleza

    se rompe y nazco como la mariposa

    de alas podridas.

    Sueño

    El semen del pedófilo
    tiene una condición
    sacra, implícita en su idea.



    Metafísico

    Pureza

    Ácido acético

    Limpieza

    Hipoclorito de sodio


    El semen del Diablo
    se introduce en la Virgen,
    tiñéndola de negro.


    Ontológico

    Inocencia

    Cilicio

    Paz

    Templarios


    Las bestias necesitan bozales para esconder su naturaleza; por eso él prefirió masturbarse en la sala donde echaban la última de Pixar, antes que violar a su hija. Así, el semen del pedófilo corrompió la butaca donde se sentó una niña junto a sus amigas.


    Pedófilo de poca monta


    En la oscuridad de la sala 1, un limpiador, atónito, juzga a un desconocido.
    Un desconocido de horridas facciones.


    Mientras limpia la blanca podredumbre, un solo de Jimmy Page vibra en sus auriculares.
    Un genio, digno de admiración.



    Palabras


    ¿Son las palabras, acaso, aplicables en su totalidad cuando el talento cobra más importancia que el ser?


    Jimmy Page no es un hombre. Jimmy Page dejó de serlo cuando se convirtió en recuerdos para nuestro consciente e inconsciente colectivo. Jimmy Page es la fuerza electromagnética de un amplificador para guitarras, tanto en estudio como en directo. El Jimmy Page que habla, que se comporta como algo más que las vibraciones de seis cuerdas nunca serán él. Pero, ¿qué más da esto? El limpiador conoce la historia de Lori Mattix, y ha decidido juzgar qué pedofilia es aceptable y cuál no.


    La pedofilia normalizada


    Vaginas depiladas, chicas de baja estatura, operaciones estéticas para llegar a un falso rejuvenecimiento, maquillaje infantilizado


    La pedofilia institucional


    Catalogar como adultos a personas que aún no tienen un cerebro plenamente desarrollado, y alarmarse porque es legal que un viejo mantenga relaciones con mujeres que podrían ser sus nietas.


    Este mundo es absurdo…

    ¿Eh, Ayuso Muramasa?



    «Desde jóvenes,

    sintiendo la dualidad entre el actor físico y el actor invisible;

    desde jóvenes,

    sintiendo la metamorfosis de todas las nacionalidades del Mundo

    en una sola.



    Desde jóvenes,

    creyendo que ellos eran como nosotros...



    Pero nuestra Torre de Babel

    se erigió sobre unas voces

    imposibles de acallar».


    «Siéntate, Ángela. ¡Mírame, Ángela! Has de creerme: la infancia es un dije que se empaña por la existencia, y por el semen.»


    Ayuso Muramasa es Dios y Dios quiere ver mi pueblo en llamas. Lo llevé a ver el atardecer desde un sitio alto. Bajo la luz del ocaso, todo parecía arder. Ayuso Muramasa imaginó que Rota era el mundo y ahora es feliz. Ya no gimotea mientras se lamenta de su desdicha, porque el concepto del mundo ardiendo es cada vez más nítido.


    «Siéntate, Ángela. ¡Bésame, Ángela! Eres mi amante: cuando me acuesto estás muy cerca...».


    Fuego, rojo, Sol, rojo, sangre, roja, ira, roja, Dios, rojo, mundo, rojo.

    Una ilusión se convertirá en la realidad. Ayuso se recrea en el incendio, pero, pronto, todo el pueblo verá el mundo tal y cómo lo ve Ayuso Muramasa.


    «¡Mírame, Ángela! ¡Háblame, Ángela! Pasará rápido».


    Sudor frío, espasmos musculares. Las paredes de mi habitación se han convertido en un pasillo angosto. Desde la ventana, el cielo se abre en dos. El horizonte se derrite. ¡El Sol! ¡El Sol se cae! Oscuridad...


    Sonidos del Neolítico: crash... Uargh... Pom... Pom... Crash, ¡Uargh! Pom, pom, ¡Crash! ¡UARGH! ¡Pom! ¡Pom! ¡CRASH! ¡UARGH! ¡POM! ¡POM! Los hombres primitivos gritan; los animales corren por la sabana africana.


    ¡Sonidos del presente! Biiiip... Clic... Psssst... Psssst... Biiiip, clic, psssst, psssst, ¡Biiiip! ¡Clic! ¡Psssst! ¡Psssst! ¡BIIIIP! ¡CLIC! PSSSST! ¡PSSSST! Las máquinas trabajan sin parar; los teléfonos móviles pitan; los coches se deslizan por carreteras mal asfaltadas.

    Todo está cada vez más alto. Me tapo los oídos con las manos. Aúllo desesperadamente hasta quedarme sin voz y me escondo en la cavidad de una manta cálida… Pero las voces y los sonidos se convierten en ruido blanco.


    De repente, silencio. Una multitud narcotizada sobre las cenizas de un Sol sin vida.

    «¡Despierta, despierta!».

    Rayos de luz sobre el cielo grisáceo.

    «¡Despierta, despierta!».

    La cara de Ayuso Muramasa, sonriendo.

    «¡DESPIERTA, DESPIERTA!».


    «¿Por qué derramas lágrimas Ángela?

    Vamos, detente. Vuelve conmigo. ¡Pasará rápido!».



    Hace mucho calor. Me gustaría ser una moneda de dos Euros, modelada a partir de mi alma. Hace mucho calor. La cirugía plástica hace milagros, pero no quiero convertirme en un extraño para mí mismo. Hace mucho calor. Los pies de Ayuso Muramasa son grandes y cómodos. Hace mucho calor. Rojo. Soy rojo. Soy el fuego. Soy el Sol de un agosto crepuscular. Soy un canguro. Soy una araña. Soy uno con el Universo. ¿Soy Ayuso Muramasa? Sí. Mi nombre es Ayuso Muramasa. Siempre he sido Ayuso Muramasa. Todos son Ayuso Muramasa. Todos somos Ayuso Muramasa. Ayuso Muramasa. A yu so mu ra ma sa. A y u s o m u r a m a s a.


    «Yo podría ser tu padre, ¿sabes?

    ¡Sonríe, Ángela! ¡No! ¡No sin formas!».


    «Jurar es como comer helado, Ángela». «¿Por qué?» «Porque se derrite mucho antes de que puedas digerirlo». «Entonces, cuándo tú juras, ¿siempre mientes?» «No, pero mira a esa gente. ¿Tú crees que ellos dicen la verdad? Casi nadie lo hace, Ángela».


    «Nuestros cuchillos cercenan la efigie de espuria antorcha. Todos gritamos “muerte a la libertad” porque su brazo extendido parece un saludo fascista que se niega a sí mismo».


    «Jesús comía chocolate Milka. El color morado que la empresa utiliza como imagen de marca está sacado de la Semana Santa».

    «"Aquí huele a humanidad" es un ejemplo de misantropía normalizada».


    «El dodecafonismo es una forma de composición musical religiosa.

    Doce notas que representan a los apóstoles. La percusión, como elemento decimotercero, los guía».


    «Te observaba en el parque: bajabas y subías a través de un columpio. (Tu madre era el motor que te propulsaba con severas manos). Ella nunca te quiso: ¿Acaso no sentiste sus zarandeos crueles? Por eso te salvé de ella. Ahora cállate y…». «¡Deja de mirar a mi niña!»


    «Si quieres, chilla, pero no llegarás muy alto, Ángela.

    Quiero tocarte. ¡Estate quieta!».


    «"Jesús nació en Belén" es una frase extraña. Jesús comía chocolate Milka, pero Jesús nunca nació. Lo que la Biblia llama Jesús es el deseo de los sabios que no comprendían los cambios que las nuevas generaciones traían consigo. Jesús ha de nacer en todas las mujeres cuyo nombre sea Belén».


    «Pero Ayuso Muramasa está aquí».


    «La etimasia es el carrito de un bebé con una Virgen del Rocío colgando, como un sonajero».


    «Corríamos por Liberia, desnudos y con corazones arrancados; así empuñábamos los kaláshnikovs contra asentamientos enemigos».


    «Estoy empalmado, Ángela:

    me calmo en tus glúteos, y en tus pechos pequeños».


    «I kill the flies that enter my room through the window, and feel the loneliness of this night as I head to sleep. However, I know I'm not alone: the corpses of the insects lie there, attached to the walls by their own blood, and this makes me so happy...

    Yes, the bodies that are decomposing before me; they're mine.

    As my hand ravaged their insides, I felt their ecstatic voices, claiming their flesh as my utmost possession:

    "God, I am grateful to you. As your benevolent hand brought us death, we became one with Heaven".

    I am a person. I am a fly. I am everything I decide to put an end to.

    For so, I was chosen by Ayuso Muramasa».


    Ayuso Muramasa rio. Todo el Universo estalló en una carcajada estridente. El Universo ya no es lo mismo que antes, pensé. Ahora todos los gilipollas son yo. Ahora todos hablan alto, pero nadie se interrumpe, porque esta armonía insidiosa nos ha transformado en Ayuso Muramasa.


    Aun así, sé que hemos alcanzado la iluminación. ¿Eh, Javier? ¿Recuerdas las subnormalidades que dijiste en clase?


    «Una bestia sin cabeza, caótica: eso es el Universo que habla mediante números. "La matemática es el lenguaje de la materia en movimiento". "La voz desordenada del ser humano surge durante la Prehistoria". Llevamos Eones sin entendernos porque nunca hemos vibrado en el seno del Cosmos».

    Ahora nos entendemos, Javier. Y hemos recurrido a Dios antes que a los números.


    «¿Y qué tenemos ahora, cuando todos nuestros símbolos son solo grises disímbolos contra culturas cromáticas?».

    Ya no existen más culturas que la humana. No hay guerras, no sentimos ni el odio ni el resentimiento... Todos somos uno. Eras un imbécil, y has quedado retratado como un imbécil. Yo nunca me equivoqué: sabía que el que se equivocaba, eras tú.


    «Hablaba de que me la chuparas;

    acerca de tu día escolar...».



    «Ayuso aúlla ante la Gloria del Todo,

    languideciendo.

    Ayuso aúlla ante la Gloria de la Nada,

    languideciendo.

    Ayuso aúlla ante la Gloria del Todo,

    languideciendo.

    Ayuso aúlla ante la Gloria de la Nada,

    languideciendo...

    La noche refulge

    y el día se apaga.

    La noche refulge

    y el día se apaga.

    La noche refulge

    y nuestro día se apaga...».


    Estoy perdiendo la razón de este Universo que se desborda. Rememoro el ayer vivido, acudiendo a muchas Mnemósines furiosas por la enfermedad: el día centelleaba, atrapado en el confín del horizonte, mas nada tuvo sentido...


    «Pero tú sólo aullaste: "¡Por favor, detente, no puedo respirar! ¡Te juro que no hablaré!".

    Yo te supliqué, te amenacé, grabé vídeos mientras lo hacíamos...».



    El Universo ha desaparecido. El teólogo está por encima de Dios: piensa en él, y se transforma en un objeto en su mente. Dios no es más que una alucinación colectiva. ¿Por qué pienso esto, si he muerto? Es porque no estoy muerta. Nadie ha muerto; solo Dios ha muerto. Dios ha muerto. Ayuso Muramasa... Ayuso Muramasa. A y u s o M u r a m a s a. A y u s o M u r a m a s a.



    «Ahora eres mía, Ángela; solo mía...».


    Me cago en mis muertos porque en tus ataúdes no cabe más mierda, Ayuso Muramasa. Me cago en todo lo que escribes y en lo que aún no te ha dado tiempo a escribir, Ayuso Muramasa. Me cago en todo lo que dices y en lo que aún no te ha dado tiempo a decir, Ayuso Muramasa. Mereces todos los cánceres que matan a personas inocentes cada año; mereces sentir todo el dolor que ha sufrido la humanidad a lo largo de su historia; mereces la muerte allá donde vayas, allá donde estés. ¿Y yo? ¿Y yo qué cojones merezco? Merezco poder verte morir sobre la camilla de un hospital; merezco poder escupir sobre tu tumba y garabatear obscenidades sobre tu epitafio; merezco poder desenterrar tu cadáver y colgarlo desde la fachada de mi edificio... Sí... Tan solo necesito rezar, rezar todos los días hasta que Dios escuche mis plegarias y decida matarte de una vez por todas, Ayuso Muramasa.


    ¿Pero quién es Ayuso Muramasa? Ayu... ¿Ayu Ayu? Ayu so... Ayu ¡Sososososososososo! Mura. Murama sa. Murama ¡Sasasasasasasasasasasasasasasasa!


    Ayuso Muramasa, ¿es Dios? Pero los doctores de las batas blancas no habían sentido su éxtasis. No conocen el amor de Ayuso Muramasa. Es triste. Pobres desgraciados... Están mintiéndome. Sí. Me están mintiendo. Me están mintiendo. Me están mintiendo. Me están mintiendo.


    (La sangre brota

    desde el corte rosado.

    Fuente bermeja).

    «Eyaculo eso

    porque pinché mi coño

    con un cuchillo».

    «¿Por qué lo hiciste?».

    «No lo sé, la verdad.

    Se me fue la olla».

    (Esquizofrénica

    y sadomasoquista:

    un regalito).

    —¿Lo escribió ayer? —

    —Pues no tengo ni idea.

    A mí me dieron

    una hoja de cuaderno

    arrancada, ya está—.

    —¿Qué te parece? —.

    —¿Qué me parece el qué? —.

    —¡La chavala esa! —.

    —Está mal de ahí arriba

    y escribe cosas raras...—.

    (Feto abortado

    en un contenedor:

    materia orgánica).

    —¿Qué es lo que tiene? —.

    —Padece esquizofrenia

    sin medicar—.

    «¿Está seguro?».

    «Su hija es esquizofrénica,

    de eso no hay duda.

    Podríais internarla

    en un centro psiquiátrico,

    pero algo así

    frenaría su vida,

    en mi opinión.

    Tendríais que

    hablar con psicólogo.

    Os paso un número...».

    —Jaime, ¿estás bien? —.

    —Perdón, se me ha ido un poco—.

    —Te preguntaba

    si querías venir

    a cenar hoy, a las nueve—.

    —Sí, por supuesto—.



    Sé que Ayuso Muramasa es real. Ayuso Muramasa es real. Ayuso Muramasa es real. Ayuso Muramasa es real. Ayuso Muramasa es real. Ayuso Muramasa es real. Ayuso Muramasa es real. Ayuso Muramasa es real. Ayuso Muramasa es real. Ayuso Muramasa es real. Ayuso Muramasa es real.


    «En Israel,

    préstamos despiadados.

    Lloran mis tíos.

    Usura y estigma;

    usura y ejecuciones.

    En Israel,

    el banquero sin ojos

    saluda a los que entran,

    con la mirada

    más cálida que puede

    lanzar un hombre muerto.

    «Buen haiku, Mel».

    «Muchas gracias, Vikernes».

    "Is Mel Gibson against jews?

    Let's find out!"

    «¿Eres antisemita?».

    «Sí».

    «¡Yo también!».

    «Ajá».

    «...»

    «Me voy».

    «¡Yo también!».

    «No. Tú no te vas.»

    ¡PUM!

    La sangre brota de la frente de Varg. Mel baila zumba. El público baila zumba. El cadáver de Varg no baila zumba porque está en Francia, y Mel está en los Juicios de Núremberg, quitando la soga para que nadie pueda acabar ahorcado.

    Esto no es real, Ayuso Muramasa. Esto no es real, Ayuso Muramasa. Esto no es real, Ayuso Muramasa. Esto no es real, Ayuso Muramasa. Esto no es real, Ayuso Muramasa. Esto no es real, Ayuso Muramasa».

    (Forzar apagado).


    «¿Por qué lloras, Ángela?

    ¿No quieres que tu madre sepa sobre lo nuestro?».


    Esa escena fue una alucinación. Creí que Ayuso Muramasa era falso por la influencia de los santos de blancas batas. Pero son santos. Santos porque sus palabras carecen de relevancia en el mundo actual. Ellos ni siquiera son doctores. No lo son. No lo son. No lo son. No lo son. No lo son. No lo son. No lo son. No lo son. Son reptiles tratando de empezar el MK-Ultra en España. Lo sé. Lo sé. Lo sé. Lo sé. Lo sé. Lo sé. Lo sé. Lo sé. Lo sé. Lo sé. Ayuso Muramasa lo sabe, también.


    ¡Ayúdame, Ayuso! Quiero asesinar a alguien. Da igual quién. Solo necesito una iniciativa. Así que, dime... Háblame de alguien a quien odies: de tus acosadores del colegio, de aquel cabrón que te violó estando de fiesta, de la mujer que te abandonó por otro. Da igual quién. Solo dame razones para matar a alguien que se lo merezca.

    «Ángela, tú eres yo. Yo soy tú. Tan solo mata a quién creas que debe morir».



    Los santos de las batas. Los santos de las batas van a morir. Son un peligro para la sociedad. Lo son. Lo son. Lo son. Lo son. Lo son. Lo son. Lo son. Lo son. Lo son.


    (Cielo cubierto,

    reflejado en el filo

    de la ventana.

    La lluvia torrencial...

    ¡diluyendo la sangre!).


    (Guantes de látex:

    las tripas de una puta

    que he asesinado).


    (Fría mañana.

    El cadáver de un hombre

    sobre el asfalto).


    «¡Elegante módulo! ¡Piensa en ti, a través de neuronas eléctricas!».

    Mi cerebro habla a mi cuerpo mientras corro por pasillos idénticos. «¡Elegante módulo! ¡Piensa en ti, a través de neuronas eléctricas!».

    Ayuso Muramasa, quiero ser Pi... No. Voy a ser Pi. Voy a ser Pi, Ángela, Ayuso Muramasa. Todo y nada.


    «Vamos de paseo. Pi... Pi. ¡Pi!». Pero Pi no frenó. Pi perdió su trabajo por matar a esos niños que salían de un colegio de EP. Pi no tiene cerebro: por eso fue a un psiquiátrico donde le meten Alprazolam por vía intravenosa. Pi se ha muerto. Pi es feliz. Cambia el mundo: suicídate como Pi.


    «Índice, masturba su miembro negro, ¡con firmeza!». «Percuto la extremidad curvilínea… ¡Oh, Pistola! Expectoras la independencia momentánea entre materia y médula: ¡despierto!»


    Nona urdió mi olvido, Décima, mi abismo, y Morta arrancó mi hilo, que emanaba descargas de vida. Un estallido albo cubrió mi pantalla para introducirse en la noche azabache.



    Ayuso Muramasa ha muerto, pero hay que rezar para que su viaje al más allá sea feliz. Hacedlo. Todos están rezando.


    «Cargad; cargad oraciones

    hacia el festejo escarlata,

    en la ostentosa fragata

    que mi contingencia ampara.

    Meceos con emociones,

    mostrando al trance la oblata,

    cubriéndolo de oro y plata

    frente al fin que Dios depara.

    ¿Mas importa la corona,

    de este barco pesantez,

    que al ver del Diablo la tez,

    quiebra, hundiéndose en el río?

    Mi hombre su infancia sazona,

    pues es carne la niñez,

    y espíritu la vejez

    que erra en el Infierno frío».


    «Entonces, solo ámame como nunca has amado a nadie... Sí... Tan solo ámame como nunca has amado a nadie».


    Solo he llegado al infierno. Luz... ¡Veo la Luz! ¡El blanco me abruma, porque saca a relucir toda mi suciedad! BLANCO. BLANCO. BLANCO. El mundo es blanco. Estoy cegado. La luz me ciega. Siempre lo ha hecho. La luz me ciega. Siempre lo ha hecho. El mundo es blanco Estoy cansado. El mundo es blanco y yo soy negro, pero me está limpiando. Tengo que despertar. El mundo es blanco. y todo está oscuro, pero las manchas blancas disipan el Todo.

    Negativo. Todo es negativo. Negativo...



    Tengo que dormir. Tengo que despertar. Tengo que dormir. Tengo que despertar. Despertar... D E S P E R T A R. D E S P E R T A R. D E S P E R T A R.

    Adiós.


    Tras un sueño intranquilo, ella se despertó convertida en un monstruoso animal. Estaba echada de espaldas sobre un colchón duro y, al alzar la cabeza, no alcanzaba a ver más que sus propios brazos.

    Pasos. «¿Qué ha ocurrido?». Voces. «¿Quiénes son?». Risas. «¿Qué van a hacer conmigo?». El telefonillo. «¡¿Quién viene?!». Pasos. «¡Tengo miedo!». Voces. «¡¿Qué dicen?!» Risas. «¡No, por favor!». Un pomo girando aparatosamente. «¿Voy a morir?». El crujido de una puerta. Luz. La perversión de la luz como símbolo de Dios. Hombres. «¡Por favor, no!». Voces. Risas. El crujido de una puerta. Oscuridad.

    Gritos. Llantos. Súplicas. Gritos. Llantos. Súplicas. Gritos. Llantos. Súplicas.

    La secuencia de ruido blanco.

    Gritos. Llantos. Súplicas. Gritos. Llantos. Súplicas. Gritos. Llantos. Súplicas.

    El animal imita a una persona.

    Gritos. Llantos. Súplicas. Gritos. Llantos. Súplicas. Gritos. Llantos. Súplicas.

    Más, y más figuras aparecen tras la puerta, buscando domesticar a la horrible criatura.


    Me masturbo. Ellos follan. Espero mi turno. ¿Qué voy a cenar hoy? Mañana trabajo. Llega mi turno; lo indica Javier con un gesto. Follo.

    Tapo su boca. Callada, siento que me ama. Sus lágrimas parecen de alegría. Empatizo. Si una mujer me hiciera lo mismo... Sería feliz, sí.

    ¿Por qué no iba a serlo ella? Las actrices porno también gritan, y no sufren. Sigo escuchando sus gritos, reverberando contra la tela del trapo. Pero sé que son orgasmos. Ni siquiera sé si me gusta físicamente. No puedo ver su rostro. Me da igual. No necesito hacerlo para metérsela. Todos estamos dándole placer al animal. Mis amigos.

    Desconocidos. Mi hermano. Me corro. Empiezo a vestirme. Me preguntan por qué me voy. Les contesto con sinceridad: «He venido a follar. Ya me he corrido». Me responden. Son imbéciles. ¿Follármela otra vez? «Mañana tengo trabajo. A lo mejor otro día». Me han entendido y me han dejado ir. Miro al bloque con nostalgia. Pienso en su cuerpo enjuto. Me tendría que haber quedado, pero ya es demasiado tarde. Otro día, mejor.



    Ya en casa, mi novia tiene la cena lista. Comemos, vemos la televisión, follamos. Pero nada es lo mismo. No grita como ella. No me suplica que pare. No tengo que hacer que cierre la boca. Es demasiado fácil. Le pido que sea como ellas; como las actrices porno que fingen que las violan. Entonces sí; ahora siento que soy el que manda sobre su cuerpo. Pero no voy a saco, porque sé que las personas sufren más que los animales.

    A la mañana siguiente, un compañero de trabajo habla de los pisos

    donde prostituyen a las mujeres. Finjo que me escandaliza, pero eso solo logra que se me ponga dura, pensando en ella. Ni siquiera sé cómo se llama. Pero no importa. Las mujeres como ella podrían prescindir de sus cabezas, de sus brazos, de sus manos, de sus piernas, y de sus pies. En la oscuridad de esa habitación solo noté su vagina mojada. No sé si de sangre o de fluido vaginal. Me da igual. Sirvió como lubricante. Quiero volverla a ver. Hacer que se enamore de mí. Convertirme en su amante. Porque solo puedo pensar en ella...


    Tras un sueño intranquilo, ella se despertó convertida en un monstruoso animal. Estaba echada de espaldas sobre un colchón duro y, al alzar la cabeza, no alcanzaba a ver más que sus propios brazos. «¿Por qué no habré muerto?». Mordió su labio inferior, pero no sangró. Los hombres abrieron la puerta otra vez. Sin mediar palabra, se desvistieron y pasaron la noche. «¿Qué es real y qué no lo es?», se preguntó, anhelando que la situación por la que estaba pasando ahora

    fuera la pesadilla. «Pero todo es más simple. Esto... esto es el Infierno. El sueño fue el viaje hasta este lugar. El Infierno se parece a la vida real, pero a mí nunca me han violado. Quiero morirme. Quiero soñar de nuevo. Cierro los ojos, pero no descanso. Soy incapaz de moverme.

    Tampoco de dormir. Tan sólo soy un gusano al que humillan eternamente...».



    «Si quieres triunfar en amores,

    búscala cuando merezca tenerte;

    véndala de ardientes humores

    que causan quietudes helores

    entre tú y las damiselas.

    Y si su insolencia tu honor entuerte,

    muéstrale los puñetazos que impelas

    hasta que aprenda a temerte;

    hasta que sepa cómo complacerte

    y vivir como una puta».


    adiós, totsiens, lamtumirë, auf, wiedersehen, goodbye, agur, да пабачэння,বিদায়, сбогом, adéu, goodbye, doviđenja, farvel, adiaŭ, hüvasti, paalam na, näkemiin, au revoir, adeus, αντίο, להתראות, अलविदा, vaarwel, selamat tinggal, slán, addio, さようなら, vale, ardievas, sudie, збогум, selamat tinggal, do widzenia, la revedere, до свидания, збогом, adjö, kwaheri, ลา, güle güle, до побачення, tạm biệt, 再見, 再见, 안녕

    es el momento de decirle adiós al mundo le digo adiós al mundo usando la voz del mundo soy la voz del mundo pero mi hija también es la voz del mundo yo amo a mi hija es ella quién me odia

    mi hija es una mala persona desagradecida yo soy yo ángela o Ayuso Muramasa me da igual todo esto no sirve para nada yo soy yo y el mundo es yo y tú eres yo y la historia es yo todo lo que veo es yo lo que no veo y no puedo decir es ellos ellos son yo sólo que aún no sé qué son yo pero cuándo lo sé me vuelvo más grande porque soy la esfera sin forma que modelo a través de mis cinco sentidos



    me violan porque en el fondo trato a mi hija con el deber de la divinidad amor al prójimo yo quiero que mi hija me viole ella también lo desea pero ha de aprender a satisfacer a su padre para saber cómo meterla su madre era una puta una puta a la que yo amé por eso sé que mi hija heredó la genética de la lascivia me tienta con su falsa inocencia con sus invitaciones tácitas a metérsela hasta el fondo ella dice que le duele pero lo que le duele es no poder ser yo para follarse a sí misma lo sé porque un deseo que todos tenemos es el de hacernos el amor a nosotros mismos

    me odio a mí mismo sí pero lo que te repugna también es algo con lo que puedes tener sexo por eso hay quienes follan con mujeres frígidas porque lo que es repugnante para la humanidad tiene un uso el uso que yo le quiera dar



    Ayuso Muramasa me ha concedido el poder de violar de humillar de ser poderoso quiero violentar a mi hija pero está muerta y los cadáveres no oponen resistencia no lloran y no gritan solo asienten mientras sus larvas juegan con la carne podrida

    soy Ayuso Muramasa soy todo soy todo soy todo

    la sociedad y sus valores la moral están ahí para que yo esté por encima y me admiran esos niños agreden a chicas grupalmente porque quieren ser como yo quieren sentir la felicidad y la sociedad los castiga por tratar a los animales como animales

    entonces ¿por qué los animales pueden matar follar violar jugar con otros animales sin preguntarles si quieren hacerlo?

    ¿por qué pueden? los científicos dicen que las personas son animales

    lo somos entonces el raciocinio ha de usarse para justificar el por qué podemos violar matar y torturar la naturaleza lo permite así que está bien esos hombres defienden la naturaleza yo defiendo la naturaleza

    siendo el animal soy un animal pero no un monstruo los monstruos no existen son invenciones de esos hombres impotentes que no pueden

    castigar a los esclavos con su lujuria entonces se unen a los imbéciles y defienden las reglas que han inventado pero la naturaleza es así

    así así así así así



    voy a matarte voy a torturarte antes a comerte a violarte eres mi hija eres mía yo soy tú tú eres yo tu madre es yo tu padre es yo mi padre era una extensión de yo mi madre era una extensión del yo de mi padre porque no quiero tener nada que ver con una zorra salí del culo de mi padre la vagina de mi madre está sucia los partos tendrían que ser por el ano de nuestros padres porque las madres las mujeres las niñas son impuras

    Ayuso Muramasa soy todo soy Ayuso Muramasa viva Ayuso Muramasa gloria a Ayuso Muramasa ¿por qué voy al infierno? es imposible imponerse el castigo que Ayuso Muramasa ha creado porque yo soy Ayuso Muramasa entonces merezco el paraíso el paraíso renazco junto a mi hija renazco junto a mi hija para violarla eternamente todo empezará de nuevo así el orden de mi mundo será natural y bello bello bello bello bello bello bello bello bello bello todo es bello


    mi pene está erecto y mi hija está sangrando por su vagina seca ha perdido la virginidad y se ha convertido en una mujer llora y lloro porque sé que llora de alegría han vuelto los días felices los días donde todos bailábamos en los jardines de la preexistencia junto a dios y los arcángeles

    dios es grande yo soy dios mi pene es grande comparado con la pequeñez de mi hija todo está en orden soy feliz ella es feliz ellos están muertos adiós adiós adiós adiós adiós a d i ó s…

    hola hola hola mi hija sonríe sonríe adiós adiós ella juega conmigo mi hija y yo somos felices otra vez adiós tristeza adiós ira adiós melancolía adiós mundo que nadie quiere ver ¿para qué queremos un mundo que nadie quiere ver? yo quiero ver lo que quiero ver y lo que quiero ver es la felicidad soy feliz adiós adiós ¿de quién me despido? Adiós


    la canción comienza pero

    la rebobino cuando va a romper

    escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo escúchala escúchala escúchala no puedo no puedo no puedo

    por favor. . .


    la música me lo pide la cantante está ansiosa porque su verso nunca llega a reproducirse


    no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no lo va a hacer no quiero que lo haga no quiero que lo haga no quiero que lo haga no quiero que lo haga no quiero que lo haga no quiero que lo haga no quiero que lo haga no quiero que lo haga no quiero que lo haga no quiero que lo haga no quiero que lo haga no quiero que lo haga no quiero que lo haga no quiero que lo haga no quiero que lo haga


    rutina mi dedo marca la rutina de esta música me antepongo a los compositores porque no soporto que sus creaciones no estén bajo control ahora lo están me siento bien en este tiempo que se congela este bucle en el que domino las ideas de los dioses sin santidad solo yo soy dios cuando la canción rompe hay cambios todo cambia todo lo impuro cambia odio los cambios dios no cambia equilibrio blanco equilibrio soy negro pero armónico soy negro soy la bestia santa

    soy un mártir pero el mártir ha decidido cambiar las tornas e infringir las leyes santas hacer que sufran los romanos los nuevos romanos adiós

    te digo adiós pero tú no dices nada porque decirme adiós a mí mismo

    es absurdo yo quiero verme no quiero morir me da miedo pero quiero ver la muerte triunfando sobre este mundo porque así todos sufrirán tanto como yo adiós adiós adiós...



    estoy en el paraíso follando con mi hija repetida una y otra vez

    mi hija la puta mi hija la santa mi hija que ríe mi hija que llora mi hija de una relación adúltera mi hija legítima mi hija que me ama mi hija que me odia mi hija que asesina animales pequeños mi hija que da de comer a palomas en la plaza mi hija de la noche mi hija de la mañana mi hija que consiente mi hija que grita mi hija suicida mi hija loca mi hija cuerda mi hija alegre mi hija que habla mi hija que calla mi hija que acepta su destino mi hija que llama a la policía mi hija que soy yo mi hija que no es yo ¿mi hija soy yo?

    mi hija es yo repetido y débil me domino a mí mismo me domino me violo me humillo yo no tengo hija yo soy la hija la hija es yo con miedo ¿miedo a qué? miedo al dolor pero yo disfruto haciéndome esto

    disfruto mi hija disfruta esto es el edén deformado en una isla llena de serpientes venenosas y todas me han drogado y todas han entrado en mi hija y en mí por eso estamos tan unidos porque ambos somos el uróboros la violación sempiterna mi hija me ama me ama yo me quiero a mí mismo por eso sé que soy mejor que esos imbéciles

    sí sí todo está en orden adiós adiós no soy la hija soy el padre ejerzo mi fuerza adiós adiós adiós... adiós tristeza adiós melancolía mi hija ha muerto yo he muerto pero todo está empezando de nuevo todo incluso lo que nunca he visto todo está volviendo a su sitio


    ha empezado de nuevo en los anales de la humanidad las páginas de la historia se entrelazan con Ayuso Muramasa ella y yo estamos en el espacio del demiurgo en la crisálida porque aún no he nacido pero estoy con ellos y me conocen desde que nacen

    el resplandor de una civilización avanzada se alza majestuosa los faraones gobiernan con mano firme mientras la esfinge contempla egipto sin arena los dinosaurios se postran ante la pirámide del mundo rezando un mantra ensordecedor al unísono sé que me están adorando porque escucho mi nombre a través del pangea no caen meteoritos sino mi bendición que alimenta la fe de los monstruos saben que han cumplido con su propósito y aceptan felices mi amor su muerte la primera cruzada los musulmanes sufren pero sonríen porque saben que Ayuso Muramasa es el dios de ellos y de los soldados blancos son negros son negros son negros mueren por el bien común y no oponen resistencia quiero estar ahí pero dios no ha de revelarse ante la humanidad porque se acaba degradando al nivel de la carne hitler invade polonia quiero ser un avión pero ya estoy volando lo que quiero no es volar sino matar puedo matar pero no puedo aparecer en la vida las manifestaciones divinas son contradictorias newton inventó la gravedad y derribó los continentes flotantes newton derribó sodoma y gomorra del cielo cuando hizo que cayeran a la superficie newton es mi amigo pero no aparezco ante él jesús no nace porque jesús nunca nació veo a los romanos crucificando a una figura incorpórea los romanos todos padecen de esquizofrenia están locos el mundo está enfermo el único dios profeta mártir santo soy yo porque esta humanidad es mía todos mienten mi hija yo y Ayuso Muramasa

    dormimos pero nuestros ojos lo ven todo la humanidad me da igual

    me cansé de ella quiero ir a lo que importa lo que importa yo ella tú mi padre mi madre yo mi hija mi mundo y no esto esto no es mi mundo porque nunca lo vi y los libros de historia los escriben los enemigos el mundo que no veo no existe y está en mi contra binario o están conmigo o están enfrentados a dios binario binario binario quiero ir a mi mundo quiero ir a mi mundo quiero ir a mi mundo llévame llévame llévame vamos vamos vamos vamos vamos vamos vamos vamos vamos vamos vamos vamos vamos…



    «Forever and ever, embracing the fragments

    that downpour into my wings:

    I know they still can't fly,

    but someday they will

    realize the feeling of

    cutting through

    the wind…».


    La luz ámbar iluminaba la pequeña estancia donde, sobre un mueble de madera, una televisión CRT emitía imágenes del telediario: los reporteros informaban sobre un acontecimiento relevante, pero no comprendí ninguna palabra. «Es normal», pienso desde la crisálida, «pues era solo un bebé en ese momento».

    Sobre el regazo de mi madre, sintiendo el calor de sus muslos, miré a mi padre, sentado al otro lado: sus ojos, fijos en el brillo de la pantalla, parecían cansados. No sé por qué.

    El tenue azul, uniéndose con el sepia de la bombilla que cuelga, precariamente, del techo, se convirtió en la más temprana representación del cielo y Dios. Todo es conocido y, al mismo tiempo, místico. Mi primer recuerdo, o el inicio de mi consciencia a través de una escena estática que, probablemente, ha cambiado desde la primera vez que la remembré.



    Otro piso. Mi padre me quiso bañar, pero me resistí entre llantos y gritos desgarradores. Ante nosotros, una cortina que servía como protección de miradas indiscretas, estaba decorada con delfines impresos en vinilo. La visión de estos animales me aterraba; aún sigo sin saber el motivo. Pero no creo que fuera relevante: muchos de nuestros miedos no tienen por qué tener una explicación lógica. Solo sé que, cada vez que mis padres tenían que bañarme, el piso se convertía en un teatro donde representábamos una tragicomedia histriónica.


    Estaba jugando al balompié en el colegio. Los pinos, plantados a lo largo y ancho del patio como guardianes mudos del hombre, arrojaban sombras imponentes sobre el mediodía. Un niño recibió un balonazo en el pecho. Acto seguido, se echó a llorar.

    Todos nos acercamos formando un círculo inquisitivo, y una compañera se río de él, pues en Oliver y Benji los niños no lloraban, y él estaba sollozando como una mujer.

    En ese colegio aprendí a insultar y lo que era un corte de manga. Por eso llamé «gilipuertas» a la profesora de matemáticas; porque aprendí a hacerlo y quería hacer que se callara.

    ¿Cuántas veces fui al despacho del director? Aún recuerdo su bigote que, conforme he ido creciendo, he ido asociando con el franquismo y la vejez prematura. Me echaron, tras quebrantar las normas una, y otra, y otra vez. Era de esperar.

    En el siguiente colegio al que fui, sólo durante una semana, le partí la cara a un niño: no me dejó jugar con su consola portátil, y esa acción conllevó otra mudanza escolar. Si ellos no me prestaban su conocimiento, lo haría otra escuela. De eso estaban seguros mis padres.


    Entré a otro centro educativo donde logré, en cierta medida, mantener la compostura. Pero siempre he pensado que esta estancia ha estado hundida en una neblina espesa. Recuerdo que era feliz pero mis padres me dijeron que nunca lo fui. Ellos, durante mi infancia, siempre me recordaron enfadada y triste. No sé si lo dicen para convertir parte de una memoria que se recuerda a sí misma alegre en una miasma depresiva, o porque era tal y como ellos recuerdan.

    Aunque bien es cierto que nunca fui buena con los animales: recuerdo cómo maltrataba a mis perros, gritándoles y pegándoles cuando se negaban a actuar como quería. Quizás esta era la forma en la que me desahogaba de pequeña. Nadie me contó por qué eso estaba mal. Tuve que aprenderlo por mi cuenta. Por eso, a los diez años, reflexioné sobre cómo me había comportado hasta aquel entonces, y comencé a tratar bien a todos los animales del mundo.


    Entré en otro instituto, a uno en el que nunca quise matricularme. Mis padres me obligaron porque pensaron en verse reflejados a sí mismos en mí, y no en mis deseos. Lo sé. Lo sé...

    Durante los cuatro años que estuve en este lugar, me acosaron desde la posición de los amigos falsos: aquellos que enmascaran el desprecio de amistad, moldeando la psique de la presa fácil. Mis experiencias en este sitio hicieron que temiera a los desconocidos y, sobre todo, a los hombres. No quiero recordarlas. No quiero. Sé que me marcaron, pero recordar el sufrimiento no sirve para nada.

    Nunca le conté nada de esto a nadie porque temía lo que podría acarrear hacerlo: soledad. Nunca quise estar sola. ¿Quién quiere estarlo? El hombre solitario no es un hombre, sino un cangrejo ermitaño. El hombre cangrejo abandona los rasgos sociales de su especie.



    Cambié de instituto otra vez bajo el pretexto de mi poca inteligencia matemática. El ser inepta en cuanto a cálculos y fórmulas fue una suerte extraña: suerte en cuanto a lo personal se refiere, y desgracia para mi historial académico. Pero daba igual. En el otro instituto hice dos amigos y empecé a salir. Lo que ante un chiquillo se presenta como un proceso natural, se presentó ante mí como un hito inconmensurable. El acoso no se detuvo, a pesar del avance en la escala social. Siempre era lo mismo. Las mismas palabras repetidas en bocas de entornos diferentes: «loca». Pero no estaba loca. Nunca lo estuve. Es imposible estar loco si uno percibe la locura de los demás. Ellos no lo hacían. Yo era la loca y, ellos, los cuerdos. Pero sus acciones, en sí mismas, eran irracionales. La música que escuchaban, lo que veían en la televisión o en sus teléfonos móviles, de lo que hablaban... Todo era tan vacuo y estúpido que me daba a entender que el estado normal de ellos era la locura inconsciente y, tristemente, colectiva. Pero la loca era yo; siempre yo.

    A veces me sentía superior al ser humano y, en otras ocasiones, un gusano al que pisoteaban indiscriminadamente. Sufrí mucho durante los dos años que duró el bachillerato. Tanto, que hasta mi sufrimiento tornaba risible, por momentos Sufría por gilipolleces. Sabía que no era la figura del mártir moderno, pues había personas que pasaban por tribulaciones dantescas y dramas de Tolstói. Entonces, algo cambió. Sí. Algo cambió durante aquella clase de psicología.


    La profesora habló sobre cómo algunas personas que pasan por momentos difíciles, acaban olvidando gran parte de sus recuerdos relacionados con esas situaciones. Pensé que mi padre me había violado porque odiaba a mi padre, y sabía que era un adicto a la pornografía y un putero. Había leído sus diarios y espiado su ordenador, sorprendiéndome al principio hasta llegar a la indiferencia. La escena de él abusando de mí no parecía descabellada. Si estaba sufriendo tanto por meras miradas despectivas y una palabra que ha perdido su significado, tenía que ser por otra cosa, oculta en mi memoria.

    Todos los días pensaba en mi padre y en lo que hizo, imaginando situaciones vívidas para estar conectada al pasado que estaba creando. Pero en el fondo sabía que mi padre no me había violado. Él nunca haría eso. Él prefiere abusar psicológicamente de mí y de mi madre, porque sabe cómo ocultar su malicia y lograr que la unidad familiar se mantenga de cara a la sociedad. La imagen que tengo de mi padre se distorsiona cuando pienso en él. Pero, en el fondo, sé que es un narcisista encubierto, y no un psicópata. Ojalá fuera un psicópata, porque así todo habría sido más fácil.

    Lo que más me jodía es que cada vez que me violaba yo me veía reflejada en él: yo era yo y, al mismo tiempo, mi padre. Me tenía que duchar siempre que tenía estas fantasías porque sentía que estaba sucia. Es asqueroso. Asqueroso y bello a partes iguales.

    Mi madre lo sabía todo: el porno, los diarios, las prostitutas, las fantasías de poder. Y, aun así, decidió quedarse con él porque no tenía dónde caerse muerta.

    Mi madre no fue buena. Pero sé que su negligencia vino de la sobrecarga laboral: ella, sola frente a una casa donde el hombre mantenía los roles de género inquebrantables. Cuidar de la casa, cuidar de la niña, cuidar del marido. Salir y emborracharse para alcanzar la efímera felicidad: le raison d'être.


    Me gustaría haber hablado más con mi familia, pero nunca pude hacerlo. Nunca les hablé de mis inquietudes y miedos. Nunca les hablé sobre el acoso escolar. De mis delirios. De Ayuso Muramasa. Del mundo que odiaba... Pero el mundo que odiaba estaba tanto afuera como en el hogar. Por lo menos, sabía que afuera, aún existían lugares donde apenas había gente. Y ahí pasaba las tardes sepia. Bebiendo y refugiándome en la música. Sabía que esto iba a durar poco.

    Un día, olvidé mi nombre y salí corriendo, desorientada. Fue el primer ataque de muchos. Pero en el hospital me cuidaban mejor, hasta que comencé a sentir que mi vida no tenía sentido: era un número entre una lista de pacientes, casi anónimos. Me cansé de una vida de paredes blancas, batas blancas, pastillas blancas, mente blanca, cama blanca, pantallas blancas... Dejé la medicina para siempre.



    Así, mi conciencia se desvaneció

    entre la niebla cerebral,

    que abandonó su juventud

    para hundirse en la carne amarga...



    Sí. Despierto. Despierto. Despertar. Adiós. A d i ó s. A d i ó s.



    Me despierto. Hay una caja llena de pastillas y una nota garabateada en un papel arrancado: «¿Lo recuerdas?». Miro el reloj colgado en la pared: no tiene manecillas, cosa que me desconcierta. Pienso en la nota. No recuerdo muy bien qué pasó ayer por la noche; me llegan imágenes dispersas: gritos, la luz azul de una ambulancia y de una patrulla policial...

    La televisión está encendida, adornando el silencio con su ronroneo estático. Frente a ella, pasa el tiempo. Tiempo incalculable. No sé si estoy soñando o despierta. No lo sé…

    Escucho como, fuera de la habitación, los niños juegan, risueños. Quiero jugar con ellos. Pero no puedo. No puedo. No puedo. No lo sé...

    Miro, otra vez, la caja de pastillas y, de un manotazo brusco, la tiro al suelo. Nada más tocarlo, desaparece y vuelve a aparecer sobre la mesa. No me sorprende. Sé que este sueño se está acabando y que, para despertarme, tendré que tomarme todos los medicamentos. Alprazolam. Clorazepato. Escitalopram. Risperdal. Curas esparcidas en cápsulas que puedo utilizar para tirar la toalla. No lo quiero hacer. Si dejo de soñar, no podré estar con los niños que juegan. No lo sé, pero quiero jugar. Quiero jugar. Quiero jugar. Quiero jugar... Me tumbo en la cama y cierro los ojos. No me importa estar aquí. La cama es cómoda y la voz de los chiquillos es dulce. Dulce y amarga. Pero dulce, después de todo. Dulce eternidad. Amarga eternidad. Duermo. Duermo. Dormir. Hola. H o l a. H o l a...



    El mundo sigue rotando su cuerpo pesado ante el Sol, pero ahora solo quiero volver atrás para jugar al balompié con ellos... Jugar eternamente. Llorar eternamente. Reír eternamente. Vivir eternamente. Eternidad. Dulce eternidad. Amarga eternidad. Todo empezará y terminará cuando tome las pastillas que me mataron y, una vez más, me matarán. Adiós. A d i ó s. A d i ó s.


    De pie, sobre el techo de un hospital, veo el horizonte extendiéndose bajo el mar cristalino. El canto de las gaviotas, grácil y, en cierta medida, risueño, se desliza por sus confines hasta regresar al punto de inicio. Es un paisaje de una belleza conmovedora.



    Estoy llorando, desconsolada...


    Cierro mis párpados y extiendo mis brazos hasta sentir el límite de sus ligamentos. La incandescencia de aquellos días felices acaricia mis mejillas nacaradas y, pronto, mi cuerpo siente la fuerza gravitacional de un suicidio por salto al vacío.


    Abro mis ojos.


    A mi alrededor, la multitud fluye, incesante, hacia quién sabe dónde. De entre la marea humana, una motocicleta pierde el control de sus frenos y se estrella contra mí y el escaparate de una tienda de ropa.

    No ha pasado nada. No me ha pasado nada, mejor dicho. Pues cuando vuelvo la vista atrás, contemplo el esqueleto del vehículo, fusionándose con el carmín de la sangre en inexorable movimiento. Todos los cristales, desperdigados a través del cuerpo que se retuerce y convulsiona, parecen insectos carnívoros royendo los tejidos de la piel a su antojo. Miro a otro lado:

    la muchedumbre ha cambiado su rumbo.

    Ahora las miradas no reflejan la indiferencia de quien camina sin un destino en mente, sino la alegría de quien tendrá una anécdota que contar en el bar de su barrio. Me rio, un tanto nervioso. «Parece que hasta la muerte se empeña en seguirme después de suicidarme».

    Me di la vuelta y comencé a divagar por las calles del pueblo, en busca de lugares más agradables.


    Me estoy deprimiendo, de nuevo...


    Nadie me ve y solo puedo tocar la materia inerte, como aquel libro de ocultismo que tiré de la estantería. El librero salió corriendo, olvidando sus pertenencias en el escritorio. Buscando un cuaderno y un bolígrafo rojo entre ellas, escribí un mensaje sobre la primera página:

    «SOY EL DIABLO».

    La primera vez que actué como un poltergeist fue uno de los momentos más divertidos de mi... ¿Vida? ¿Muerte? ¿Posvida? Me da lo mismo. Me estuve riendo durante horas y eso es lo que cuenta. Pero, conforme pasaron los meses, empecé a sentirme vacío (como si no lo estuviera ya de por sí), así que dejé atrás las bromas de ultratumba para apreciar las vidas que nunca pude vivir.


    Ahora mismo resido en la casa de una familia disfuncional: es como ver una película de Darren Aronofsky o Gaspar Noé sin ningún montaje ni guion definido manteniendo el orden. En este momento, la madre se está pinchando heroína y la hija ha vomitado su primera borrachera. El padre no está en casa porque lo encerraron en la cárcel. Mientras aquella mujer ata una goma en su antebrazo, alzo mi barbilla al cielo. Esto de ser un fantasma se me antojó como una condena durante los primeros días, pero es mucho mejor que un más allá binario.

    Sufrimiento... Alegría... ¿Por qué no tenerlo todo al mismo tiempo?


    Entonces, me doy cuenta de que me he cansado de este drama, y quiero ver un filme de humor. Dándole las gracias a nadie, marcho hacia una compañía circense que, de paso, está hospedada en un hotel humilde.


    Sí... Ser un espíritu errante me ha devuelto las ganas de vivir. Y pensar esto, ahora, es un poco contradictorio, pero tampoco es que esté para quejarme...

    Presente

    camino ¿a dónde? no importa esa mujer mantuvo la mirada al frente ninguna chica me mira o eso quieren que crea esas putas tienen mirada periférica porque las parió una mosca y heredaron un sistema nervioso inhumano las zorras no son personas miradme soy un hombre y el ser humano está por encima de los animales quieren follarme pero no saben cómo decirlo miradme hijas de puta ese hombre tiene novia pero no es guapo supongo que los moscardones buscan mierdas de las que alimentarse seguro que la trata mal pero tiene dinero lo veo en su ropa engreído de mierda la pasta atrae a las putas pero las putas son las que abren sus coños ante la basura humana quiero ser un cabrón y maltratar a mujer para vengarme no me miran a la cara pero cuando tenga un buen sueldo me harán caso entonces las humillaré y las dejaré en la puta calle

    en casa mi hija ya está dormida como pollo frito en el comedor y marcho a dormir


    aún no ha amanecido pero las luces artificiales de la empresa resaltan el contorno de las ventanas la fachada gris que busca el negro del desgaste rectángulos repartidos con frío cálculo una valla metálica recorriendo los pies del edificio es una cárcel donde he entrado porque


    he querido el jefe me grita dice que los demás se quejan de mí ¿porque soy feo? ¿porque soy raro? me la suda que se quejen yo vengo aquí a trabajar

    la pantalla del ordenador brilla demasiado y me estoy mareando a lo mejor necesito gafas tengo que escribir un informe lo mismo de siempre mis compañeros trabajan sin parar yo me esfuerzo más en fingir trabajar

    los informes no creo que el jefe los lea o al menos no creo que los lea con interés sólo escribo palabras agradables a la vista desinteresada

    mejora favorable progreso flujo acciones ascendente interés bueno buen

    las coloco de forma estratégica y así el jefe piensa que hago algo es un imbécil que se cree superior a los demás pero un imbécil a fin de cuentas

    susurros risas mi nombre entre las ondas carcajeantes no miro directamente el reflejo del ordenador lo hace por mí gilipollas son el grupito de siempre un día los seguiré hasta sus casas y los mataré los voy a matar sí los voy a matar y descuartizar en pedazos


    tardo ocho horas en escribir el informe no es difícil pero me paso toda la jornada metido en internet nadie se da cuenta ni siquiera las moscas omnipresentes no me quejo no puedo quejarme pero el jefe me trata mal mis compañeros me tratan mal las mujeres me tratan mal el mundo me trata mal el universo me trata mal todo está en mi contra incluso yo mismo me saboteo pero sé que va a cambiar

    sí seré un hijo de puta y podré reírme del sufrimiento ajeno como ellos se ríen del mío


    llego a casa mi hija araña un folio con lápices para representar una familia feliz los círculos con facciones estilizadas las líneas de pulso tembloroso decora colorea y rellena los espacios vacíos del retrato entrañable el sol sonríe de oreja a oreja entre las nubes azules

    ahí estoy yo frente a una casa de campo y ahí está la puta que me abandonó no lo entiendo le he dicho que su madre se fue con otro porque era una zorra ¿y aun así la echa de menos? ¿por qué coño no se va con ella, entonces? la miro le cruzo la cara llora no sabe por qué le he pegado me da igual sólo quería desahogarme quiero pegarle un poco más pero no quiero que me quiten la custodia


    mutilo mi brazo como un niño estudioso corte corte tengo que practicar para autolesionarme golpeo mi brazo con mis nudillos hasta que dejo de sentirlos esa niña tendría que estar agradecida podría matarla pero he elegido martirizarme por ella soy una buena persona vuelvo a ensayar corte corte soy un buen chico porque nunca he matado a nadie mis brazos me protegen si los perdiera tendría que torturar a mi hija mejor adoptar una mascota los perros son esclavos que vuelven a ti aunque les hagas de todo eso es amor amor amor…


    tengo que ducharme para limpiar la sangre tengo que comer para poder trabajar tengo que ver porno para no violar a una mujer tengo que fingir que me he arrepentido y hacer las paces con mi niña para que siga viviendo conmigo esa hija de la gran puta no me lo va a quitar no ¡no! antes la mato antes la mato a ella a mí mismo y a mi hija ¿ya son las ocho? Cenamos la acuesto y me masturbo hasta que me entra sueño mañana cambiaré el mundo eso digo todos los putos días pero sé que todo va a cambiar dentro de poco este sábado tengo que pasarle la niña a lucía…



    este sábado tendré que estar listo para perderlo todo.


    Posfacio

    Ayuso Muramasa es, y siempre ha sido, cualquier cosa. Lo ideé como un artista japonés ficticio. Luego, como un profeta. Más tarde, como un Dios del cual yo era mensajero y, al final, como un ente casi desconocido. En esta obra, Ayuso Muramasa es sólo una justificación que el personaje principal usa. Una especie de Dios con el que Luis se identifica para darle un sentido a sus delirios.


    Más allá de la identidad de ese personaje, esta novela visual es el fruto de tres años de trabajo: desde finales de 2020 hasta mediados de 2024. Durante su creación, me inspiré, por momentos, en mi propia vida, pero, sobre todo, en las noticias nacionales de España y en el crecimiento mundial del movimiento «incel». Estamos en un momento en el que, creo, hay una guerra en Internet. Una batalla absurda entre los hombres que añoran la vida que tuvieron sus abuelos y padres, y las mujeres que temen volver a pasar por las experiencias por las que pasaron sus abuelas y madres. La pérdida de los privilegios de ambas partes. Porque ahora hay hombres que creen que están perdiendo sus derechos, pero que temen ir a la cárcel porque podrían violarlos (nótese lo absurdo de la situación). Y ahora las mujeres gozan de muchas más libertades que hace cincuenta años (y temen que estas puedan desaparecer, como ya ha ocurrido en Afganistán).


    En este texto quise representar los pensamientos de un hombre que se siente por encima de las mujeres; los pensamientos de un incel; los pensamientos de esos hombres que, conforme las mujeres tienen más y más derechos, se sienten peor, buscando volver a restaurar el orden natural de las cosas. Pero el orden natural de las cosas, como tal, no existe dentro de la naturaleza. Lo único que existe es el desorden. Lo natural es, pues, que cambie quién domina ese desorden, en sí mismo. Y, espero, que todos podamos compartir este desorden algún día, abandonando la distinción entre hombre y mujer. La distinción entre amo y sirviente, que ha marcado nuestras desgracias por tantos siglos.


    Maikeru Fukushū Domingesu, 05/05/2024
     
    #1
  2. Maramin

    Maramin Moderador Global Miembro del Equipo Moderador Global Corrector/a

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    Le he editado el título.
    No se admiten títulos con meros signos (puntos suspensivos excesivos, asteriscos, espacios, mayúsculas…); en general sólo se admiten títulos de contenido literario, sin signos que no estén gramaticalmente justificados. Con ello tratamos que el ÍNDICE DE FOROS que es la tarjeta de presentación de Mundopoesia, los títulos no destaquen unos respecto de los otros por cuestiones ajenas a lo gramaticalmente correcto.
    Favor de leer el sistema de infracciones publicado en todos los foros de Mundopoesía.

    Equipo de Moderación.
     
    #2

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