Cielo e infierno

[h=6]Los carros pasan uno trás otro en una constante e infinita secuencia sin cambio alguno y las personas,
en saltos de tiempo un poco más separados,
caminan arriesgándose al peligro y soledad de la noche o acaso por mero instinto,
bajo el frío de mayo en las calles escasamente iluminadas por el amarillo
y defectuoso alumbrado público de esta ciudad de las bajas pasiones en donde,
en algún lugar de su inmensidad estás, sin recordar siquiera que existo,
comodamente abrazada al caluroso y acogedor sentimiento de tranquilidad
y en algunos momentos de felicidad,
mi amada,
tú,
ser celeste sin alas ni aureola que descendiste,
con aires de maldad y la sonrisa cómplice de la culpabilidad,
a sacarme de mi infierno;
subimos juntos a quemar el cielo y luego me llevaste, sin notarlo siquiera,
a congelar todo cuanto conocía y te fuiste
y mientras tanto yo aquí, aferrado al vino como último recurso,
con el espíritu vacío,
sin cielo y sin infierno en esta hora de muertos,
sentado,
solo,
en esta estación de bus viendo los carros y la gente pasar repetitiva y eternamente
bajo la oscuridad y el frío de mayo mientras espero,
como conociendo el final de mi destino,
a que llegue mi hora.[/h]

 

Bienvenido, conmovedor, hermosísimo poema muy bello.