Cuarenta y siete pasos a la soledad...

La soledad y su risa inocente
consume lentamente las ganas de reír,
de escuchar todos los días la voz de los instrumentos,
su insignificante pitido me arroja al vacío.


La música tiembla ante ella,
junto a ella mis huesos chocan de miedo.
La soledad se pasea en mi cuarto,
pasa su frío dedo de muerte sobre mi velador,
me mira fijamente hasta que me cohibe y me envuelvo en mis sábanas,
como un niño asustado,
como el ser que siempre he ocultado en mi sucia mente.


Con la tristeza de los ciegos que ven morir a su madre
me despido de la tonalidad más alta que puedieron llegar mis gemidos,
dulces,
pero carentes de placer,
sucios como el cenicero de un joven que vive de noche,
y es la miel dorada la nutre el ojo del sabio solitario.


La noche de las mil lunas nunca llegó,
me rindo ante ti, callada y sincera melancolía
verde, limpia, infantil, carismática,
empática, comprensiva...
me rindo ante ti, soledad empañada de recuerdos,
de tarareos de canciones ya olvidadas,
la imaginación de los niños nunca se acabará.

 

Enhorabuena cuatrolíneas, es un buen poema muy interesante. Ha sido un placer leer, mis humildes estrellas a tu trabajo y un saludo cordial.