De cómo desperté a la poesía

Carta de mi alma, a la que olvidé no sé qué día de mi vida
A mi querida y asustada niña Paloma

Querida despistada:

¿No te acuerdas de aquellas primaveras tan tempranas en que, apenas amanecía, con tu angel cogido de la mano al campo ibas a contar las margaritas y amapolas que estallaban cada día, y extasiada el sol mirabas y la luz que te traía?

¿No recuerdas el gozo que sentías al contemplar la luna y las estrellas en el lago acostadas, y allí el firmamento todo contenido?

¿No te acuerdas ya de que el fuego de la hoguera a tu corazón le hablaba?

¿Y el gozoso vuelo de las aves adornando el cielo y poniendo movimiento al aire?

¿No recuerdas haber buscado alivio a tu alma dolorida sumergiéndote en el agua y cómo el agua consuelo a tus penas daba?

¿No te das cuenta de que entonces amabas ya la poesía?

No escondas más tu alma, déjala libre cantarle y cantarle a la vida, no temas más que el alma vive en Dios y nadie puede herirla. Déjame salir al mundo, ábreme las puertas de tu vida, dáme tu mano y caminemos juntas.