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De la verde ancianidad

Tema en 'Poemas Melancólicos (Tristes)' comenzado por licprof, 3 de Febrero de 2024. Respuestas: 0 | Visitas: 189

  1. licprof

    licprof Poeta fiel al portal

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    31 de Marzo de 2020
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    Hombre
    DE LA VERDE ANCIANIDAD

    En esta narrativa cinematogràfica, televisiva o digital
    radial incluso vemos còmo una joven se enamora
    de un anciano que literalmente se va cayendo a pedazos.
    Nadie cree en este relato aunque pueda ser real
    todos miran a este cuento con asombro
    o muchos, en todo caso,
    algunos, en cualquier caso.
    El anciano, verde fantasea con acostarse con alguna pendeja pero
    lo cierto, lo tristemente cierto, es que
    las pendejas al verlo, al cruzarlo en la calle o
    en la vereda
    miran para cualquier otra parte,
    miran de reojo
    o simplemente le miran con cierta repulsiòn.
    Sin embargo, el anciano tambièn fue joven y requerido por las bellas
    quienes eran sus nuevas conquistas, machismo mediante, patriarcado
    mediante. Digamos que algunas hermosas se le regalaban o
    se entregaban a sus abrazos
    en las tòrridas noches de verano
    o en las gèlidas del invierno
    o mientras escondidos escuchaban a Verdi
    en medio de un imponente teatro
    protegidos por la oscuridad
    ardientemente se besaban en la oscuridad
    o sino en los màs esplèndidos hoteles
    del centro porteño.
    Bailàbamos por entonces en los amplios salones o pistas:
    fuimos la pareja perfecta, el amor, la fortuna,
    nos sonrieron.
    Pasaron los años y ahora no termina de acostumbrarse a la fatal decadencia:
    crepùsculo del espìritu, del cuerpo y de los ìdolos.
    Verso no: ¡imàgenes!
    nos dice el periodista polèmico
    en el noticiero televisivo
    del implacable mediodìa.
    Pero continuemos con nuestro poema.
    El verde anciano se pregunta. ¿què diablos pasò?
    O peor dicho: ¿què diablos me sucediò?
    Sabe perfectamente que el paso del tiempo nos aplasta
    como a un elèctrico y zumbante insecto:
    devienen toda clase de arrugas
    y la zapàn, panza, pancita
    segùn afirma la siniestra campaña publicitaria
    que pretende en forma subliminal y paranoide
    incrustarnos falsas, ficticias necesidades superfluas.
    Si cuando fui joven, se dice a sì mismo, tuve un èxito, un triunfo
    fenomenal entre las bellas y no tanto, ahora he entrado en la faz del fracaso màs
    digamos, abominable, nefasto.
    Es patètico còmo las gentes
    al hacer running futing aerobic atletismo o como diablos se llame trotar y caminar
    al pasar miran mi barriga expandida
    mi patètica grotesca obesidad
    que por otra parte indica
    o mala alimentaciòn
    o vagancia exacerbada
    alcoholismo quizàs
    o los llamados, los denominados tragos sociales.
    No explico absolutamente nada, simple, sencillamente se trata
    de la narrativa anciana
    la narrativa jovata
    la narrativa de la decadencia irrisoria o vil que me hace decir o pensar
    toda clase de idioteces, sandeces, estupideces varias:
    fantasìas de toda ìndole o simplemente la fascinaciòn por las pendejas
    (llama pendejas, aclaremos, a las minas de 18 a 40 años aproximadamente).
    La verdad, la triste verdad es que ni siquiera las prostitutas desean
    acostarse, encamarse con èl, en las tardes de verano
    o en las noches de invierno
    para calentarse mutuamente
    como en los viejos buenos tiempos (todo tiempo pasado fue mejor, se
    resigna).
    No alcanza a conciliar el pasado joven
    con el presente de la ancianidad, persiste el
    deseo fluyente
    hacia las mujeres màs bellas.
    Todo es inùtil, los vicios màs desparejos nos
    abruman por las noches, incluso
    durante el dìa: la apelaciòn a la prostituciòn
    o a toda clase de fantasìas masturbatorias o
    digamos, masturbacionales, pero todo es inùtil: no hay
    vuelta atràs, no hay
    vuelta de hoja. Es necesario, rejuvenecer de alguna manera
    mediante algùn acto màgico o
    sumamente misterioso, ademàs:
    No verso, ¡imàgenes!
    como afirma (es un boludo importante)
    el famoso, el afiatado
    periodista
    quien
    televisivo
    se especializa en toda clase de pavadas
    con aire de importancia
    (y haciendo exhibiciòn).
    No hay soluciòn, ademàs, grotextamente, me da paja
    hacerme la paja, se dice
    a sì mismo.
    La paja, el grano, la aguja, el pajar,
    no hay vuelta de hoja: estoy condenado, condenado
    a pensar, a decir y a escuchar
    toda clase
    de pelotudeces.
    Còmo escapar de los discursos
    paranoides y la estupidez
    universal, se pregunta
    en medio
    de la oscuridad
    recostado en la cama
    mirando el techo.
    No hay respuesta
    no hay respuesta
    por el momento.
    Serà otro dìa, supongo, quiero
    suponer.
     
    #1

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