Dedicatoria

Chica que al cruzar a tu lado
me negaste con desaire
la llave maestra en el ojo silencioso
que abre el secreto de las puertas
al corazón del jardín:

En donde los frutos se pudren poco a poco
desesperando al mordisco triunfal del beso.
Y su fétido lamento por el que el gusano sonríe
es un zarpazo que me llega
a través de la respiración profunda del hierro.
Un esputo de espinas cuya saliva
desciende fatalmente por la cicatriz
de mi herida que recuerda lo imperfecto.

 

je, je...La verdad es que lo raro seria no imaginarme cosas raras. Muchas gracias por tu comentario. Como todo final inesperable resulta incomodamente raro; o tal vez deberia empezar por el final; ¡ba! que mas da la poesia es algo amorfo y bello a la vez.