El baladro de la naturaleza

En el silencio ausculto la voz sigilosa de la madre naturaleza grita con fuerza, su eco se estremece entre lo denso de sus bosques entramados en lo opaco de su neblina; la lluvia hace gotas de tormentas elocuentes en la ribera del río y la noche se hace tenue ante el ocaso de sol; allí al final del sendero en la intermisión de sus montañas una sombra se penetra en lo profundo de su misterio. El tiempo se detiene, el viento se pierde en la cornisa de la copa de los árboles, las plantas hacen emerger su aroma, el cielo abre sus ojos y extiende sus brazos hacia un sol cálido donde el agua se hace de espejismo ante la silueta del sentir profundo de la soledad que ha perdido su rumbo. Ya es de día, la neblina se segrega, los caminos se hacen palpables al cobijar los primeros destellos de luz; allí un corazón tañe de suplicio para ser ceñido sin ser desdeñado al hallar arrimo al final del cañón.