El cisne.

Oigo el chelo y estás conmigo, Aurora,
ave de vuelo raudo, supersónico.
Acaricias mi alma y se estremece
en las ondas oblongas que hace el cisne.

Tus ojos me deslumbran con su luz,
tu mirada me incendia, entonces ardo,
ardo en ansia de verte y abrazarte
de oír tu corazón cantar sus voces,

de sentirte caliente, palpitando
sorbiéndote la vida a bocanadas
llenándote de música, de historia.

Y quedo hecha un guiñapo, sollozante,
la tristeza en los ojos derramada
crujiéndome tu muerte como escarcha.​

 

A veces no hay un modo de desembarazarse de la tristeza.
Bueno el piano, también.
Un beso, Luciana.

 

Es un sentimiento difícil de contener, este de las ausencias repentinas, pero es preciso detenerse a contemplar que las rosas y demás flores del jardín necesitan ser regadas... Por ahora, esa estrella está en el cielo y nos mira desde allá, hagamos que su brillo sea esa luz de esperanza que nos ayude a seguir adelante.
Saludos, mi querida Luciana, un abrazo grande para ti con mucho sentido de amistad y afecto

 

Grac

Gracias, Sergio, por pasar. Sí, el piano también se oye bien.

 

Gracias por tu amable y cariñoso comentario te lo aprecio. Un fuerte abrazo.