El día del duelo

Hoy hablo en primera persona
porque también tengo derecho.
No es mi autobiografía aburrida y fría;
otros la harán si lo he merecido.

Hablo de los dolores ocultos
que la vida impone a ciertos familiares.
Somos como el tronco fuerte
que reúne a los dolientes del fallecido.

No somos la sombra que cobija,
somos la imagen del más fuerte.
A nosotros acude el familiar y el amigo,
acuden los que ya más no pueden.

Ha fallecido el padre, o la madre,
o el hermano, el ser más querido.
La familia no puede con tanto dolor;
solo el viejo tronco permanece erguido...

A él toca la tarea de recibir los pésames,
los abrazos con lágrimas, el llanto profundo,
los trámites funerarios más tristes,
y esperar el momento de la partida decisiva...

Entonces todo regresa a la calma.
Mañana comienzan los recuerdos,
y pasado, los olvidos,
y el viejo tronco parece no haber sufrido...

Pasarán las aguas arrastrando el tiempo;
más un día lejano, cuando todos se acostumbren,
y solo las memorias recuerde al ser querido,
quedará en el mundo un doliente que aún no lo ha sido.

Y allí, frente al mar, entre los arrecifes,
en medio del oleaje embravecido,
el viejo doliente descargará para siempre,
el dolor acumulado en un corazón partido...

Frank Calle (14/09/2024)

 

Sí, amigo Alde. Es la narración versificada de una realidad personal
Gracias por el comentario.

Saludos cordiales

Frank
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