El duende que sí tenía edad

De hecho lo vi pasar. Estaba anciano y feo. Quizás la luz de la imaginación le torció el cuello para mirarme y luego huir. En su cosmogonía, quizás, yo era el extraño, el iluso, eso pensé. Y se metió entre el monte sin dejar rastro alguno. Fue un día nuboso, triste como un velorio, me despertó y se fue.

Massimo.