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El Sensible Pintor

Tema en 'Poemas de Amor' comenzado por Juan Oriental, 17 de Agosto de 2006. Respuestas: 0 | Visitas: 671

  1. Juan Oriental

    Juan Oriental Poeta que considera el portal su segunda casa

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    El pintor, sostiene con su lengua la inspiración sobre su labio superior y en la comisura derecha de su boca (para que ésta, traviesa como la inquieta niña que retrata, no se vuelva a su interior.) Así, da el pintor las últimas pinceladas a su obra. Si abandona esta acción, si corrige su imperiosa pose tensa, ¡delírica!, tal actitud, podría implicar una verdadera catástrofe. Pero no. Un toque. Un último, do-lo-ro-so... ¡toque final! ¡Maravilla! Ahora sí. Recóndita, su satisfacción aplaude. Ahora, la niña impertinente sonríe feliz, contenida por la visión de su picaresca figura en el húmedo y fragante espejo que la reflejará para siempre niña. La vista sagaz del pintor, escruta su obra. La pasa y repasa en rasante juicio. Su meticuloso instinto, evalúa un retoque más... uno, definitivo. No se atreve. A diestro criterio, sabe que su obra es perfecta. Es entonces, cuando solemnemente se vuelve hacia sus espectadores, ¡y triunfa!

    Su espíritu sensible, se nutre de la general aprobación. Hasta que el hijo de su magnate cliente, (padre de la niña) copa en mano se acerca a la tela. Y “después de un siglo”, frescamente dictamina: -No me gusta esa sonrisa. (¿Donde se oyó esto antes?) Por lo demás...es buena. -concluye.- En tanto, el obsequioso abuelo, promotor de la obra, sonríe, prontamente repuesto de la irreverente ironía del comentario, ‘viendo sin ver’. Contemplando, por tradicional omnipotencia, la decisiva amén de convalidada, álgida opinión de su mal crío. Y los alcahuetes presentes, (‘viendo sin ver’) sonríen reprobando el detalle-sonrisa del degradado, magnífico retrato. Exclamando eufóricos: ¡No nos gusta esa sonrisa! En tanto, el pintor agoniza... Y ya muriendo, la vida misma exclama: ¡“No me gusta esa sonrisa.”! Sucumbe el pintor... Y a medida que su carne al óleo se desprende de su esqueleto, su diluyente sangre la transforma en un amalgamando y patético charco multicolor. Mientras, bajo los pies de la indiferente concurrencia, sus vísceras regurgitan como pomos pisoteados, pictóricos "espaguetis" de la más variada gama.

    El sádico hijo del magnate sádico, vuelve a la carga insinuando: “No sé... A lo mejor sin esos hoyuelos tan acentuados... Y, un algo, mas difumada la sombra sobre los párpados... Y, atenuada un tanto, la luz de las pupilas, tal vez...” ¡Entonces, el espíritu del pintor hiende el espacio y su pincel, dispara mil febriles trazos! Y su esqueleto se le incorpora contorsionándose frente a su obra, mientras, iracunda, su carne lo reviste nuevamente. Automatizado, retoca, ¡asesina! el concepto mismo de su pintura qué, transformada, renace rara. Altiva, ajena, ¡cruel! Inusitadamente, el hijo del cliente, aúlla: -¡Perfecta! ¡Perfectaaa! Y su cliente-padre, ‘viendo sin ver’, aprueba su nuevo conjetural dictamen. Y la fluctuante manada de alcahuetes, corea: -¡Perfecta! ¡Perfectaaa! El pintor, ha captado la esencia misma del ancestral y avaricioso espíritu familiar. Pero la niña, niña es. Se asusta. Llora. Su espejo se volvió malo... Se va.

    El pintor no mira. No se atreve. Teme la prisión. ¡Acaba de asesinar! Entusiasmado, su esqueleto también lo abandona y sonríe ajeno a él. Cual independiente marioneta, festeja como todos el corrupto favoritismo de la vida. Y el pintor, por más que lo intenta, no logra morirse de nuevo. Siquiera tendría un digno esqueleto para enterrar. Y encima, además de todo y debido a su férvida e irrenunciable vocación, justamente hoy, fue abandonado por su único amor. -Yo, emocionalmente involucrado, íntimamente le grito: ¡Pinta! ¡Pinta pintor! ¡Contra toda injusticia y desamor! ¡Pinta, contra toda adversidad! ¡Así caramba! Como escriben los poetas, negligentemente apreciados. Pinta, risueños niños por, y en procura de la sonrisa de la niñez que llora. De su única, (mal que te pese, si contradictoria) válida y sensible opinión. ¡Pinta pintor!-

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