Intensidades ( Segunda parte.)

Desde tu piel de manos atadas
y arroyos desafortunados,
desarmè el puzle amoroso:
arriesgando un recinto sagrado.

Tu dolor llaga mi dolor de entrega.
Fui la presa:
forcejeo, arriesgo y centelleo en ese forcejeo.
Desde el ventanuco,
desde el umbral indagan las miradas fijadas:
es el espionaje de nuestro amor;
Tus rigideces son punzadas del acervo que sufres
debajo de las murallas tan grises y amenazadoras
que de pronto duplican como espejos los copos del cinturòn:
y el frìo nevando deja añicos el huidizo calor.

Encenderè los leños dotados,
el chisporroteo fascinador del descanso;
y del amor fascinado e imperioso en su intensidad.
La penumbra donde apareces y desapareces;
si te ausentas desgarras mis ansiedades;
adormeces como asomando de la nada y creo
advertir un matiz de vileza.

Sin embargo asumiste de nuevo el misterio,
y anoche gritabas en el sueño por algùn temor
olvidado.
En algùn paraje, en algùn albergue,
la niña ( infantil) lloraba...
Oh, Dios, llorabas... Oh maldito miedo
que podrìa lanzarte a la muerte...
¿acaso no respiras la densidad del juego vacuo?
¿del vèrtigo que destroza y drena en las constelaciones?
Un extranjero, es el ser extraño que codicia
y muerde tu vuelo en la vibraciòn de tu aura.
Entretanto lo sustancial- la consciencia-
refulgiò la energìa, acecha el elan vital y la figura
horriblemente aguarda,
con intenciòn de devorarte.