La casa derrumbada

La casa se derrumbó a medianoche.
Le había dedicado todo mi esfuerzo,
inspiración, creatividad.
Había demasiado dinero por medio.

Eso no era todo, allí me había
escondido del mundo.
No era una vivienda cualquiera,
tampoco diría que fuese un refugio.
La describiría como una cárcel
privada para almas rotas
como la mía.

Soy una ingrata.
Pero no digas que soy insensible.
Sinceramente, me siento extraña
ante mi indiferencia.

Es como si un día raptaran
lo poco que queda de mí.
Y yo, en lugar de luchar
preguntase a que lugar
me trasladan.

Creo que nunca he sido indolente
ante nadie.
Y fíjate como odio
el verbo creer.

Ahora que lo pienso,
algo de insensibilidad yace conmigo.
Suelo maravillarme por mi gran
consideración ante la muerte,
y, mi gran desprecio ante la vida.

Aunque, pensándolo mucho
todo tiene que derrumbarse.
El alma no puede estar sujeta
a los lazos de la materialidad.