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La impermanecia y el arte de desaparecer

Tema en 'Ensayos' comenzado por poetakabik, 5 de Julio de 2025 a las 4:48 PM. Respuestas: 0 | Visitas: 19

  1. poetakabik

    poetakabik Poeta que considera el portal su segunda casa

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    25 de Noviembre de 2005
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    La vida, en su fluir constante, se nos presenta como una sucesión incesante de instantes. Todo lo que alguna vez hemos amado, temido, creído o deseado está teñido por una única certeza: todo cambia, todo pasa. Esta es la esencia de la impermanencia, una verdad que puede parecer amarga a los ojos de quien se aferra, pero que guarda en su interior una profunda sabiduría.

    Desde los primeros filósofos de Oriente hasta los pensadores contemporáneos, la noción de que todo es transitorio ha estado en el centro de muchas corrientes espirituales y filosóficas. Heráclito ya lo decía: "ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces". Y no porque el río cambie solamente, sino porque el hombre también lo hace. Nada en el universo permanece inalterable. No hay certeza más profunda ni más universal.

    Aceptar la impermanencia no implica resignarse con tristeza, sino aprender a danzar con la vida. Significa comprender que aferrarse al instante es como tratar de atrapar el agua entre los dedos. Lo que poseemos hoy —el amor, la salud, la juventud, los afectos, incluso nuestra identidad— no está garantizado mañana. Pero en vez de lamentarlo, podemos abrazar la belleza de su fugacidad.

    El arte de desaparecer, entonces, no es huir ni rendirse. Es reconocer que cada despedida es también una forma de nacimiento. Que dejar ir es una práctica de libertad. Que ser efímero es el modo en que la existencia nos habla de su profundidad. Solo quien ha aprendido a desprenderse, a no exigir permanencia en lo que ama, puede mirar el presente con plenitud.

    Esta conciencia transforma nuestra manera de vivir. Nos vuelve más presentes, más atentos, más compasivos. Nos permite mirar al otro sin querer poseerlo, amar sin cadenas, crear sin expectativas. Vivimos, en última instancia, como lo hacen las flores: sin temor al marchitarse, porque han comprendido que su esplendor está precisamente en su breve fulgor.

    Así entendemos que la impermanencia no es una condena, sino un privilegio: el privilegio de transformarnos, de soltar, de ser múltiples sin dejar de ser. En el fluir constante, en lo que cambia y se va, descubrimos una verdad más profunda que toda permanencia.

    Porque lo eterno no es lo que se mantiene igual, sino lo que nunca deja de transformarse.

    Y solo quien sabe desaparecer sin miedo,
    quien no se aferra, ni retiene, ni exige,
    es capaz de abrazar esa forma pura de existencia
    que permanece más allá del tiempo.

    En ese arte de desaparecer,
    se esconde la única eternidad
    que realmente puede tocarnos.
     
    #1
    Última modificación: 5 de Julio de 2025 a las 4:50 PM

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