La maldición que habita en mí

Me tomó mucho tiempo entender que tu egoísmo de siempre fue todo ese amor propio que no tengo y por ello tanto envidio. Que la realidad de todo esto es que no podemos ser felices juntos pero a mí nunca me importó ser feliz porque realmente nunca lo he sido. Que el caos siempre se sintió seguro porque siempre que he amado me han demostrado de distintas formas que no lo merezco. Que la realidad no es que no lo merezca, pero nunca podría recibir bien un buen amor porque a mí no me quiero. Que al final te quiero cerca para probarte que soy y merezco más de lo que crees, porque si no se lo creen tampoco yo me lo creo. Porque me han rebajado a tantas cosas y por mi falta de todo me convertí en nada. Incluso cuando tengo las respuestas de todo, menos el cómo procesar y cambiar esta realidad… que es solo mía y en el fango estoy sola, por mi cuenta y voluntad. Porque las contradicciones de las persona que he amado no me dejan ver mi percepción. No siento que tengo criterio propio de lo que soy si alguien más no lo recalca. Porque en mi realidad soy nada si no me ven y ya no me gusta ser notada, por siempre terminar lastimada. Tienes mucha culpa, pero mis pecados no los podría tapar con un dedo. Los he dicho todos y cada uno de ellos. Te han entendido incluso de mi perspectiva porque nunca he ocultado nada. No fuiste santo y yo jamás podría ser santa. Tú me hiciste mal… y yo también me hice lo mismo y tal vez mucho peor. Vivo con una cicatriz real en mi piel desde el día que por primera vez abrí los ojos. Me recuerda lo lento que voy a sanar. Pensé que desaparecería pronto, pero sigue aquí, tanto como tú sigues en mí. ¿Quieres saber algo? Ella desaparecerá, pero tú siempre vivirás en mí, te amo y, algún día, con ello podré sentirme en paz. De la misma forma que me siento en paz aún sintiendo amor por cada persona que algún día amé de una forma muy distinta a lo que por ellos siento hoy. Algún día podré volver a pisar la tierra de aquel lugar que ni en pintura quiero ver y volverte a ver sin dejar de respirar, ya ha pasado, ya piso tierras que algún día me causaron únicamente estados de alerta y, ahora, con personas que conocía y dejé de conocer, hablo como si nunca se hubieran ido… sé que volverá a pasar. El problema es que ya no eres tú. Todo este tiempo, lo lento que pasa, es porque todo esto siempre estuvo en mí. Mi maldición nunca fue una parca o un sol. Siempre fue la propia tierra en la que habito, sola, a mi propio ritmo, con mi propio dolor. ¿Escogido? La verdad no tanto, pero tengo suficiente edad para responsabilizarme de esto. Porque tal vez escogiste demonios al azar. Es que al final nunca importó si fue por inmadurez o si fue por pura maldad. Ahora puedo ver que lo que importó todo este tiempo, es que siempre fui yo quien elegí que estos demonios me pertenecieran y me consumieran. El simbolismo del fénix en mi vida, todo este tiempo, fue mi propio mérito.