La pluma y la musa

La pluma hoy me ha rogado
que no la deje olvidada,
y he invocado a mi musa
para que ayude a mi mente
diciéndole muy bajito
lo que la mano escribe
cuando la musa enamorada
ama…

Pero la musa me ha dicho
que ha estado muy ocupada
arreglando mis escritos
que la dejan agotada.
Tendré que tener paciencia,
para quedar bien con todos,
y escribir de cuando en cuando
en el tiempo que me deja
mi profesión de academia,
y mis lecturas enormes,
buscando en libros antiguos,
conocimientos extraños,
de esos que a la musa animan
y al pensamiento despiertan,
de su letargo…

¡He ahí la pluma en ristre!
Recuerdo ahora aquellos días,
cuando la inspiración llegaba
y a falta de mejores palabras
inventaba significados.
Así, mientras mis oídos escuchaban a Silvio,
con su música en ristre,
escribí los primeros poemas de aquellos años.

Frank Calle (28/sept/ 2021)

 

Gracias amigo... Si supieras, siempre fui desmemoriado para los detalles: no me sé ni el número de mi móvil, porque yo nunca me llamo a mi msimo: y en general, olvido los nombre de las personas, y si se cambia de vestuario, ne parece haberle visto un rato antes. Pero en contraparte, tengo memoria de elefante para hechos concretos: reconozco la posición de cada cosa que guardo, aunque pasen muchos días; me recuerdo los contenidos de las disciplinas que imparto, pero no por memorización, sino por razonamientos lógicos que no olvido; y me recuerdo de cosas de mi vida, asociadas a hechos específicos, aunque sean de mi primera infancia. Por ejemplo, me recuerdo perfectamente que iba en brazos de mi padre (porque tenía menos de un año) y él me llevaba viajando en un "tranvía", es decir, un tren eléctrico del servicio urbano, que desaperecieron de Cuba allá por el año 50 o 51. El hehco es que parece que fue la primera vez y no lo olvidé más. Y para finalizar, me recuerdo de la mayoría de los maestros y profesores que he tenido en la vida. Fui a la primera escuela con menos de 4 años; era una escuelita de barrio, que en un aula tenía a los niños de los 4 primeros grados, todos juntos. La Maestra era una señora muy mayor, prácticamente una ancianita que se llamaba Blanquita; y también me recuerdo hasta del olor que tenía la madera de los pupitres, es decir las mesitas personales individuales en que se sentaban los niños. Podría reconocer ese olor entre muchos, lo guardo en mi memoria olfativa...

Un abrazo,

Frank
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