Medusas del Cielo

Estaba a los pies de veredas angostas,
desparramado sobre el piso
cálido y sucio
de un verano casi eterno.
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Mis ojos observaban cielos sin sol
y nubes veloces danzaban arremolinadas
alrededor de un pequeño
punto azul,
más brillante que nuestro astro
pero no tan dañino a mis ojos que
podían ver sin reaccionar a una ceguera
paulatina.
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La nube algodón que cubría
por momentos el fulgor de
aquel lunar brillante y etéreo
parecía cobrar vida,
espesa y blanca se posaba
en el viento casi nulo
del mes que no recuerdo,
y cuando se movía atravesando
la luz proyectada por esa manchita interesante
seguía siendo una nube viviente,
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que parecía tomar forma
de aquel algodón dulce de circo
que nadie desea comprar
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pero siempre termina invitando a alguien (sea hijo, sea
novia, sea quien se encuentre al lado).
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Y de esta nube, esponjosa y blanquísima
un humor maligno hizo estallar un vahído en mí.
Otras nubes se unieron al juego laxo sin vacilaciones
y dejé de mirar.
Tapaba mis ojos y tomaba mi boca contra la diestra,
quise levantarme, pero no pude.
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Cientos de medusas multicolores
escapaban de nubes, como si se
tratase de naves marcianas,
veía medusas acercarse a mí,
pero sin que llegasen a tocarme.
Quise nuevamente, levantarme
del medio de la calle,
y mis piernas temblaban y la cabeza
zumbaba mientras mi casa
parecía derrumbarse frente a mí.
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Las medusas del cielo caían a la nada
y buscaba yo sus tentáculos
como prueba de existencia,
pero ninguna había cerca.
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Mi cabeza parecía esconderse en mi cuello
y mis manos se multiplicaban.
Caí en golpe seco.
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Dos personas a mis costados
parecían levantarme.
Enfermo yo no reaccionaba
a la voz que gritaba mi nombre.
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Y expulsé a través de mi aliento un anhelo:
—Medusas del cielo,
llévenme un día más a la imaginación perpetua,
que deseo cuando escribo
y odio mientras duermo y las veo—.
En mis pasos sin avance vacilaba yo,
partiéndome el rostro en la primera
caída, magullando los sueños de la
tentación sobre mi cuerpo sin color.
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Y el verano no acababa
pero se acababa mi tiempo
acostado en el piso,
en mi nueva cama.​

 

No cabe duda que la pluma iba cargada de inspiracion, saludos!