Mi mujer... no pecisamente.

Pelo negro, mulata desde dentro.
Sola camina por las calles del centro.
Todos la miran con cierto recelo.

Su figura parece hacer sido entallada
por las manos de un artista,
que luce su obrar mejor lograda.

Negro su pelo que ondula al viento,
no le interesa que la miren,
le dan los mismo los inventos.

Dicen que vino buscando fortuna
desde lejanas tierras
con olor a aceituna.

Precioso caminar
que enloquece cuando la ven pasar.
No habla palabra alguna, todos la miran mal.

Escuché que su cuerpo empeña,
a hombres de blanca piel,
Que se acercan despacio a beber su exótica miel.

Tanto fue lo que escuché
que las ganas me invadieron de tenerla que conocer...
que un día a bailar la fui a ver.

Mareado con su cuerpo escultural,
me embrujaron sus moviemientos.
Sospeché que algo andaba mal.

Después de que a sus encantos fui a ceder,
estoy enamorado, pensé.
Me apegué a su cuerpo y la abracé.

Dormido me quedé...
y sólo en la cama desperté.
A mi lado un blanco papel.

Según mi alucinada mente...
eso era una carta de amor...
Pues no precisamente.

Aquel papelito blanco
no era nada más
que la cuenta que me estaban cobrando.

Ahora que sé que empeña su cuerpo
y el amor sólo lo puede vender,
me conformo con volverla a ver.

Cuando pasa mi mujer
que evidentemente solo mía no es,
me sorprende su piel.

Ella mulata hasta los pies,
con su pelo ondula al viento...
te embruja cuando la ves.​

 

jajajjaja me encanta ponerme en mil escenarios... imaginarme que ese hombre soy yo... me gusta solo echar a volar mi imaginación... cuando termino de escribir y los leos... hasta yo me asombro... muchas veces no creo lo que veo... Me asusta incluso... pero me gusta...
Es esa mi inspiración

 

Hola, mucho cuidado con las mujeres, somos tremendas, buena experiancia vivida en tu poema. Saludos
¡SONRIE!