No me acostumbro

“Holaaaa, ya estoy en casa”,
me responde el silencio hablante,
suspiro y la tristeza me amenaza,
y es que no me acostumbro a que me faltes.

Tu perfume se huele en cada habitación,
ojalá si sigo ese perfume detrás te encuentre a ti,
cada día sigo ese olor con ilusión,
y es que no me acostumbro a mirarme al espejo y verme sólo a mí.

Aún acaricio mi reflejo imaginando que eres tú,
claro que no eres tú, porque no recibo esos cálidos abrazos,
y encima veo delante de él tu perfume azul,
y es que no me acostumbro a no tener a nadie agarrada a mis brazos.

El peor momento del día es cuando me voy a dormir,
aún me pongo en mi lado y dejo el tuyo libre,
me tapo con mis frías mantas y tengo pesadillas con nuestro fin,
y es que no me acostumbro a que hubieras querido irte.

No te imaginas cuánto te extraño,
pensar que estas aquí y ver que estoy loco,
porque te fuiste y jamás has regresado,
y aun así me esperanzo con que vuelvas a recoger tu perfume aunque quede poco.

Mi corazón hace tiempo que no late,
su maquinaria se congeló,
sus latidos eran ya enfermos justo antes de marcharte,
pero por lo menos no murió.

Mi alma se fue por la puerta,
y formó parte de tu equipaje,
no supe que decir pues mi boca estaba muerta,
mientras tú te ibas lejos y me abandonaste.

Toda la luz que había en nuestro hogar,
se oscureció como mi ser,
ahora no soy más que un superviviente en esta tristeza de gran eternidad,
y esta carta se termina con la tinta de mis venas, tintando de rojo este papel.

 

Estremece, esta maravilla estremece, divina poesía.