No te pronuncio

Miles de motocicletas
van de un sitio a otro sin deseo ni ángel.

La ciudad es un mensajero que mueve su lengua de caracol
y agita los narcisos como vieja nube o soliloquio.

No temas la saliva de las colinas,
allí está el monstruo blanco,
aquí la hormiga de cuernos bilingües,
el fraile sin ombligo,
la mujer que limpia de acordeones
la ceniza.

Tú me debes la paciencia de un rosal,
siento el calor de la tarde en las yemas del ocaso
y no te pronuncio,
diosa de los rombos, gacela azul,
noche de mi noche.

 

No necesitas pronunciarla porque es tuya y de nadie más. Un abrazo, Ramón.

 

Qué bonito, Ramón!!
Siempre bello leerte...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

 

Ningún ruido puede sonar más fuerte que la propia melodía interna de los sentimientos que a veces tienen nombres que no hace falta pronunciar.
El final es precioso.
Un abrazo.

 

Y aunque la rosa no se llamara rosa conservaría su mismo perfume. Supongo que la poesía es una forma de ponerle voz a las cosas para que pronuncien, para que delaten en el mundo la presencia de lo que nos es amado.

Gracias, amigo Ramón, por compartir tanta maravilla. Abrazo cordial.