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Nola

Tema en 'Prosa: Ocultos, Góticos o misteriosos' comenzado por Charly0092, 17 de Octubre de 2025 a las 8:40 PM. Respuestas: 0 | Visitas: 59

  1. Charly0092

    Charly0092 Poeta recién llegado

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    18 de Agosto de 2015
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    Hombre
    El Desierto de nuestra señora del Carmen en los montes de Santa Fe, 17 de enero de 1610, en el duodécimo año de su majestad, Felipe III el piadoso.


    Nola interrumpió mi sueño otra vez. Nola… ¿Fue el metal bronceado, líquido en tus venas, que me enseñó el camino, o fui yo quien aprendió a escuchar tu llanto en la oscuridad?

    El campanero tiró de las cuerdas con todo su peso; el pesado bronce gritó como si doliera el golpe, como un desgarro agudo de mente perturbada.


    A través de la ventana vi un cielo pintado de azul oscuro y brillante, casi oceánico.

    El frío de enero calaba hasta los huesos. Entumecida de pies, manos, mente y alma encendí una vela para ver mejor, y la luz trémula reveló lo mismo de siempre: cuatro paredes blanqueadas de blanco sepulcral, como las tumbas hipócritas que el Señor aborrecía. Un catre y una ventana con gruesas rejas que evocaban mi devoción gastada, el rezo monótono repetido miles de veces.


    En la distancia, el llanto de un infante despertaba a los guajolotes y a los perros.

    Apreté los ojos con fuerza, intenté dormir, pero me resultó imposible; esta vez las voces comenzaron el rezo sin mi.

    Era casi tiempo de Laudes, y mis manos temblaban de frío, de incertidumbre; mi piel partida ardía en los labios. No sé si había sido el frío o lo que callaba mi boca. Ya no sabía si el canto vendría de mi boca o de la del Señor.


    Al pie de la ventana yacía un colibrí muerto, con una espina clavada en su diminuto corazón. Sus alas aún parecían moverse… y emitían un sonido familiar: el llanto de un bebe, cada vez más cerca, más claro.


    ¿Era la voz de Nola o el aleteo del ave muerta?


    Pronto la Priora abriría la celda.

    Tome mi viejo cuaderno de oraciones con manos frías y temblorosas; el hábito, áspero y gastado por los años de contemplación, ya no era suficiente para calentar mi carne ni apagar mi mente. El crucifijo pesado en mi cuello quemaba mi piel, y mi abultado vientre golpeaba con cada rezo.


    Supliqué misericordia.


    Un chirrido rompió el silencio denso: La trampilla de la puerta se abría lentamente.

    Un par de ojos brillantes de azul profundo, de moneda nueva, me observó desde la oscuridad del pasillo, fijo, inmóvil, sin voz ni expresión.


    No era la Priora


    Temblé y mordí mi carne, esperando por una voz, una penitencia, un juicio.

    Pero solo respondió el viento apagando mi vela.
     
    #1
    Última modificación: 17 de Octubre de 2025 a las 8:41 PM

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