Otra vida

Ya no era nuestro mundo. Aquí no existía ni la noche ni el día,

el hasta luego era un siempre, los besos vivían en nuestros labios,

las mañanas amanecían envueltas en papel de caricias

y las tardes nos juntaban la piel, porque ya no ibas al trabajo.


Nunca me atreví a preguntarte si habíamos muerto en aquella esquina,

ni porqué la nevera nos escribía poemas mientras estábamos acostados,

ni porqué la oscuridad se volvía luz
sobre la mesita

y del cenicero brotaba una música como si fuera de tango.

No podía evitar bailar, me ponía en pie, luego de rodillas,

te suplicaba que bailaras y despertaba, como siempre, a tu lado.

De las gotas de sudor de aquel verano, germinó una sonrisa,

de las pupilas cansadas de otoño, soñé que no estaba soñando,

que de tanto desayunar besos, en invierno, inundábamos la cocina

de tantas olas de amor, que las tostadas se nos ahogaron.

Pero esta vez estaba despierto, me olía a pan con mantequilla,

a café sin sólo y sin dolor, a mancharnos otra vez las manos,

derramando la leche entre abrazos y la taza entre caricias,

saltando al vacío de tu piel entre mi piel y nuestro pasado.

Queriéndonos tanto y tan para siempre, que cuando abrimos las cortinas

sabemos que para cerrarle las persianas al mundo, nos sobra con mirarnos

y que para endulzar el primer sorbo de la nube de leche fría

que invade nuestro primer café con la espuma de tanto amarnos,

no necesitamos más azúcar que nuestra piel entre la mía

ni más calor, que el de nuestros dedos al rozarnos.​

 

Mientras te leía pensaba en hacer otro poema, me gusta cuando al leer viene más poesía a mi cabeza. Gracias por compartir tus letras.