Paz a muerte.

Tú, que me salvaste del martirio,
que desarmaste aquella guerra.
Sin sentido fuiste necia,
te perdiste sin encontrarnos.
“Paz” te llamamos,
y en tu nombre morimos.

Tú, sincera como ninguna,
quizás porque no nos conoces.
Aunque tengamos nuestros roces,
nunca te sentiremos.
Y pensar que te queremos,
aunque nunca nuestra serás.

Increíble pensar
que en algún alma haz de reinar.
Increíble pensar,
que corromperte es más fácil,
que obtenerte se vuelve frágil
y te utiliza el más manipulador.

¿Con qué derecho te nombramos?
Nosotros... Tus asesinos,
quienes te desmentimos,
tan hipócritas de apreciarte,
sin siquiera conocerte.

Pero sin más palabras se quedan,
cuando de ti habla el pasado.
Ni los más valiente soldados
te pudieron obtener.
¿Y quién te va a querer?
Ahora que ya está todo deformado.
Ahora que ya no tenemos cura.
Ahora que reconocimos nuestra mensura espiritual.

Paz queremos,
y en paz nunca vivimos.
Y siento que en cualquier momento,
las flores que hoy nacen
en mí yacerán.

Gabriel A. Saia
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