Presos de un “tic-tac, tic-tac…”

Tic-tac, tic-tac, tic-tac… Un sonido que bien mirado puede parecer relajante, agradable, constante, que ritmifica los pensamientos de aquel que en estado de reposo sueña despierto. Puede resultar placentera la escucha incansable de este sonido, espontaneo ya en todas las casas. Aunque incluso el disfrute del mismo llega a su fin bajo su dictado, es algo paradójico. En ese momento en el que despiertas bruscamente de tu “soñar despierto”, empiezas a odiar el tic-tac que anteriormente te invadió ayudándote a abrir las puertas del descanso. Ya el tic-tac no es cantado por ángeles o bellas musas, todo oscurece y un gigante toma el relevo, con una voz ronca y con los golpes de unos puños que espantan convierte un dulce tic-tac en un ¡¡TIC-TOC!! desesperante: ¡¡TIC-TOC!!¡¡TIC-TOC!!

Y así es como el gigante nos golpea la cabeza produciendo estrés y jaqueca. Porque ese sonido es el que nos advierte del paso del tiempo, nos advierte del cierre de esto o de lo otro, nos advierte que se acaba el plazo para eso o para aquello, nos obsesiona, nos encarcela, nos controla, nos quita la vida. Con prisas para arriba, para abajo, aquí, allá, vas, vienes, llegas tarde… te mueres.
Nuestras vidas giran alrededor del tiempo, dependen de él hasta el punto que nos mata lentamente, porque ser preso de algo no es nada bueno en ningún sentido.



LA TRIBU DE LOS BABIECAS PATAFÍSICOS
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