Redentora.

Si el pecado es un beso entre cenizas,
la miel que arde en tu piel como tormenta,
¿Quién acusa al ardor de sus caricias?
si el alma es devoción que no se inventa.

La gula bebe el néctar de tus huellas,
la avaricia atesora la presencia,
de un tiempo que en tus ojos deja estrellas,
y en tu sombra, la envidia pierde esencia.

La ira es guardiana de este fuego ardido,
la pereza me abraza en tu regazo,
la soberbia se inclina ante tu nido.

¿Qué pecado se atreve en tu virtud?

¿Qué amor no encuentra altar en este lazo?

 

Amor real, del día, día. Un gusto leerte.

 

¿Qué pecado se atreve en tu virtud?
elegante y apasionado

 

Gracias, Alde.
Un fuerte abrazo.

 

Gracias, Luciana Rubio, por comentar.
El gusto es mío por haber sido leído.

(Si el amor es verdad en su forma pura, si de los días brota un fiel candor, entonces tu poema refleja la hermosura de un fuego que, más que pecado, es amor)

 

Gracias, AnonimamenteYo, por leer y comentar.
A veces pienso que ellas no merecen tanto.
Yo les escribiría un poema que les vendría al dedillo.
(¿Qué es poesía?
me preguntas, mientras clavas
en mis pupilas, tu pregunta trampa.
¿Y tu me lo preguntas?
poesía soy yo,
que me rebano los sesos, día tras dia,
buscando formas y maneras,
de definirte mi amor.)

 

Extravagante, aplaudo tu poema, aludiendo a los pecados capitales, has recreado esa entrega donde ella es el eje principal, el tesoro que debe conservarse en presencia y en recuerdo. Alguna vez trabajé algo con los pecados capitales desde el error. Esta propuesta tuya me parece genial.

 

Gracias, Carolina, por tu comentario.
Un abrazo cordial y sincero.