Reflexión 116

Omnipotente,
presencia completa,
bondad incuestionable,

falacias innegables
de un principio incoherente,

perfecto, es, que no se puede mejorar,
la perfección no existe,
existe en todo, solo imperfección,

lo exacto es una sugestión ilusoria,
por cada acercamiento
avistamos nuevas distancias,
toda completitud
siempre será falsa,

lo minúsculo
también contiene
un universo inmenso,

¿quién sabe si nuestro universo
quizás solo sea un átomo de una realidad
aún inimaginable?

pensamos que en la inmensidad
se esconde un conocimiento preciado,

decepción tragaremos por nuestros ojos,
cuando apreciemos
que toda realidad se replica,
conformando nuevas inmensidades,
junto a las leyes de un todo confeccionado,

quizás el primer creador
solo sea una flor,
brotada,
por una lluvia extraña y sin dueño,

no tenemos dudas
al hablar de nuestro dolor,

no tenemos miedo ante todo futuro,
cuando nos negamos
a razonar el presente,

abundancia cegadora,
necesidad, así como la vida,

subsistencia venenosa,

elegimos a conveniencia,
egoístamente,

cuando haya carencia,
no habrá decencia,
habrá desesperación,

clemencia ante las vidas arrepentidas,
consciencia ante la muerte y sus maneras,

porque todo ser
está condenado
al juego de su guadaña,

un virus nace, se replica, muta, muere,

una vida también,

somos una enfermedad
dotada de dolor,

somos una desgracia
que todo tiempo se dedica a degradar,

que la templanza no puede enmendar,

que la esperanza no puede mantener,

que la cordura no puede recordar,

por siempre,
cuanto nos cuesta,

cuanto nos duele.

 

La reflexión plantea un panorama existencial donde la perfección y la totalidad se revelan como ilusiones, y la imperfección se convierte en la única constante de la vida y del universo. Cada intento de comprensión descubre nuevas distancias, y cada ser, por pequeño que sea, encierra dimensiones que desafían nuestra percepción. La obra confronta la realidad con la fragilidad humana: nuestras decisiones, deseos y carencias se entrelazan con dolor, egoísmo y desesperación, mientras la vida se muestra como un ciclo inexorable de nacimiento, transformación y muerte. En última instancia, la reflexión sugiere que la condición humana es inseparable de sufrimiento, limitación y degradación, y que la conciencia de esta vulnerabilidad constituye, a la vez, la verdad más clara y el peso más doloroso de nuestra existencia.


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