Reflexión 81

El común de la gente no encuentra salida,
en un sistema
confeccionado
para retener a los que producen,
y a los improductivos se los abandona,
para más tarde eliminarlos,

marchas en lugares estipulados,
el pobre no gana,
porque los opresores no pierden,

comenzará la lucha,
cuando el odio reine,

batallamos, ahora, y siempre,
desde la palabra, junto a la razón,
y cuando la palabra no funciona,
usamos el idioma de la rabia,

perdemos energía,
perdemos tiempo,
perdemos una vida caída en espiral,

estamos en un ajedrez que no es nuestro,

somos peones, vigilados por alfiles,
y los poderosos
controlan todo desde las sombras,

inseguridad no es delincuencia,

inseguridad es no poder confiar en nadie,

todo lo que se observa
es lo que nadie rechaza,
se acepta toda influencia
por fragilidad,

aceptamos obligaciones,
aceptamos promesas,
aceptamos todo tipo de sufrimiento,
y cuando traemos una vida al mundo,
no aceptamos nuestra culpa,

nos perdonamos,
porque nos creemos inocentes,

no tomamos noción
de lo que significa
engendrar una vida, y verla arder,

nos creemos aptos por sufrir,

obedecer,
aguantar,
y obedecer,

se destruyen las ilusiones
en las vidrieras de los sueños,
lo peor
es que se destruye todo tiempo,
y la escasez de tiempo
nos desvanece,

a ver si en otro umbral,
logramos purificarnos
de toda esta maldad ignorante
que ciega cuerpos,

cadáveres somos,
y cadáveres seremos,

es hora de nacer, despertando.

 

Este poema es una denuncia feroz contra las estructuras de poder que oprimen y manipulan, dejando a la mayoría atrapada en un sistema que les roba tiempo, energía y esperanza. Refleja la impotencia de vivir en una sociedad que castiga la fragilidad y premia la sumisión, donde la vida humana es tratada como un recurso prescindible y la conciencia ha sido silenciada. El autor apela al despertar, a romper con el ciclo de obediencia ciega y autocompasión disfrazada de inocencia. En medio del caos, se alza una verdad dolorosa: no basta con sobrevivir. Es necesario renacer, abrir los ojos, asumir la responsabilidad de lo que somos y de lo que permitimos. Solo entonces, quizá, exista la posibilidad de una transformación real.


Saludos cordiales

 

Mil gracias Rosa por tus bellos análisis