Resumen

Mis heridas tienen distintos nombres.

Unas sangran luz,
otras aguijonean el corazón
con una voz, inútilmente, repetida.

Las hay que sobreviven en los espejos como una cicatriz de azogue.
Heridas tengo que invocan palabras en la memoria, salpicaduras
de amargor que estallan una y otra vez en mis soliloquios.

Voy a poner a mis heridas un nombre,
uno solo, un nombre cualquiera
entre todos sus nombres.

 

Quizás es lo que esperan las heridas: ser bautizadas para que cicatricen. Pero, ¿y si las llamas por su nombre y ellas responden al mismo tiempo? Puede ser que Ramón sea una tajada en la piel del tiempo que constantemente se derrama.
Gracias por compartir, amigo Penabad. Va mi abrazo cordial.

 

Me siento muy identificada con tu tema. Pienso que crecemos a nivel espiritual cuando justamente podemos dar nombre a lo que nos duele. Cuando sabemos qué o quiénes nos lastimaron. Saber, identificar, es el primer paso para que las heridas puedan cerrarse.
Es un gran poema.
Un abrazo.

 

Gracias, Pedro. Todavía no encontré ese único nombre. Un abrazo.

 

Sinopsis de circunstancias difuminadas en el tiempo,
tus letras hacen surcos que se relacionan casi gráficamente...
como siempre
mis fuertes aplausos poeta.

 

Gracias, Cecy, por la lectura y el interesante comentario. Un abrazo.

 

Gracias, amiga, por tus palabras. Un abrazo.

 

así es, cada dolor tiene su propia identidad, pero todos ellos comparten la capacidad de marcar y persistir.

 

Quedó el surco, el campo arado, la disforia, la irritación, el barro del diluvio, y en la lágrima salen los esquejes de las nuevas fuerzas nacidas del corazón o la resignación. En el día malo se prueba el amor, la humanidad, los valores, se ajusta la balanza y hay cosas que terminan perdiendo importancia. Abrazos querido amigo.

 

Agradezco tu visita y palabras. Un abrazo.

 

Gracias, Carolina, por dejar tus palabras en este poema. Un abrazo, amiga.