Sirena eterna

He visto a la triste dama,
cabello cano,
entrada en años,
llorando, lloraba ...
por no conocer
el infinito mar sus aguas,
en sureños mares
nunca se ha bañado.

La he visto bajar sus hombros
con las esperanzas perdidas
se van acortando sus día,
y sus sueños se van esfumando.

Ha mirado por la ventana
como el viento juega
con las ramas del olvido,
frente a frente la silla vacía,
esa de la dulce compañía,
ahora inevitablemente solitaria.

Con la fuerza de mis sueños y los de ella,
la he tomado de la mano,
y le he descrito como se trenzan las olas,
como acarician feroces a ratos,
llevándose a los hijos de la tierra,
cuando esta enfadada,
pero casi siempre es dulce su marea
inmensamente bello en lo profundo,
un mundo marino palpitante y divino.

Le he tomado la mano
y la he llevado en mis sueños
he puesto sus ojos en mi mirada
se han abierto jubilosos, brillantes,
ha sentido el gozo
como el roce de las aguas
sus pies descalzos van besando.

Sumergido su cuerpo ahora de sirena,
nadando contra las corriente
va danzado su cuerpo,
giros y giros la perla madre,
anunciando
en ella la juventud eterna,
no hay huesos que duelan,
ahora escamas plateadas
son su vestimenta.

Se ha soltado de mi mano
y ya sus ojos miran solos,
ella no desea volverse
a la estadía de sus años,
se me arranca a lo profundo,
no quiere,
no me escucha,
se suelta inquieta,
huye de mis sueños
que ahora le pertenecen,
ya no la veo se me pierde.

De vez en cuando vuelvo,
a esta orilla de mi mente,
oigo solo ecos
de un canto de sirena
que el alma me estremece.

07/02/2011
Rosita Caro M.
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