Soy la responsable de tu martirio

No suspires cuando me haya ido.
Al fin y al cabo tú eres la víctima, yo solo soy la responsable de tu martirio.
Eres un santo terrenal, pero yo soy tu demonio paradisiaco.
No esperes un aviso porque realmente soy feliz en el paraíso, donde lo correcto jamás saldrá del abismo.
Lágrimas y gemidos. ¿Eso es a lo único que le encuentras sentido?
¡Soy tu delirio! Bonitas palabras para afirmar que aceptarme es un delito.
La justicia ha sido tomada, a tu voluntad soy atada.
Pero, ¿Dónde están las cadenas?
Mi visión me atormenta. En estos momentos veo que los ojos no reflejan el alma.
Así que ordenaré a mi mente que congele sus visiones.
¿No soy tan fría que hasta mi nombre te paraliza?
¡Cobarde! Escondido bajo una apariencia, ya se porque no es verdadera.
Si me quito las cadenas me considerarás tuya.
Es mejor que desconecte para impedir tal atadura.
Todo dura y todo desaparece; para unos renace, para otros nace. Yo tan solo se que todo se deshace.
Aún me deleito con tu crítica sin fundamento.
Si la vida es sinónimo de materialidad, tal vez no puedas morir en paz.
Tu arma de seducción es el disfraz del orgullo.
En tal caso te dejaré con tus gritos, con tu sangre, tus fantasías, tu euforia.
Que yo me iré con mi mente, mi encantadora frialdad, mis siniestras ilusiones donde nadie como tú me volverá a juzgar.
Me voy con mi libertad.
Te esperaré hasta la hora de morir, lamento decirte que no podrás sobrevivir.
¿Cómo podrás? Si consideras que es un delito soñar sin necesidad de dormir.