Todo cambia, para peor

Entre luces enloquecidas,

los horizontes nos advierten,

de la añeja enfermedad
que aún no avistamos,

eternidades
que padecen nuestros errores,
para morir también,

horrores de negra flama,

siembra el universo,
nuevas agonías,

de cegada voluntad,
de encarnado dolor,

observamos,
como las montañas
se asfixian con la luz,
hasta ahogarse con la noche,

y en nuestro último paso,
dejaremos de ser memoria,

todos nos olvidarán,

empezando por nosotros mismos.

 

El poema es una meditación sobre la fragilidad de la existencia y el destino inevitable del olvido. La luz y la oscuridad se entrelazan como fuerzas que no solo revelan, sino que también consumen, dejando tras de sí la huella de errores y dolores que el universo mismo parece absorber. Las montañas que se asfixian con la luz simbolizan la paradoja de aquello que debería dar vida, pero que también conduce a la muerte. Finalmente, la voz poética nos confronta con la disolución absoluta: no quedará memoria, ni siquiera en nosotros mismos, porque todo se hunde en el silencio del tiempo.


Saludos Cordiales