Tormenta de dolor.

Podría deducir del perfume de la lluvia, que como la tormenta, has inundado mi existencia.
Primero hiciste brillar mis ojos, para después cubrirlos de nubes petrificadas en lágrimas.
Posteriormente hiciste estallar toda mi pena contenida en el interior de mis párpados, provocando mi lluvia sin remedio.
No tienes la culpa de que esté ahogándome y tragando mi propia sal, no eres el culpable de mi amarga melancolía.
Yo soy la única culpable, por adentrarme en un paraiso marítimo apoyándome unicamente en tus historias.
A la deriva me voy con mi dolor, a la deriva prefiero morir antes que entre tus brazos.