Última voluntad de un joven deshojado.

Salamandras de fuego,
nieve cenicienta.
Leones hambrientos
de nuestra carne impura,
simple presentimiento
de que la vida se volverá dura.
Manchas de invierno,
otoñales deseos,
estaciones sin sol y sin sueños
que corren tristes hacia el ocaso,
el ocaso que el tiempo les proporciona
y el deseo alimenta.
Pero yo solamente deseo
que alguien sienta
aunque sea por un momento
que entiende lo que siento
y aún así no me de la razón.
Imploro al corazón
que no tenga más días sagrados,
que solo se limite a no sentir
pero sin embargo que no deje de latir.

Gabriel A. Saia​