Un juego, una pistola

He vivido de rodillas tanto tiempo
que no sé si me pueda levantar
me he cansado de buscar
estrellas que sólo habitan el cielo
y están sólo en mis pensamientos
pero no en mi vida;
mira alrededor
aquí sólo hay decadencia
todos lo que he amado quedaron atrás
convertidos en cenizas
llevados por la inercia al frente del espejo
donde el reflejo nos muestra
lo poco que ha quedado de nosotros,
lo mucho que ha pasado el tiempo;
es inevitable que se rompa el corazón
el mío, el de los otros,
de una u otra forma la muerte llegará
no te asustes si me ves llorar
hablamos de amarnos eternamente
y estoy enfermo de verdad
un mundo de máscaras es lo que necesitamos
tan sólo escapar;
estoy cortado y herido,
desfigurado y carcomido
por dentro y por fuera
tuve hambre y me alimenté de sangre
vi mis manos manchadas y me arrepentí
cuando era niño tuve una novia y la perdí
jugando Metras
y se fue con él
y él desfloró su inocencia
y yo la celé
y ella me ignoró
y me dije a mi mismo
sólo cuentas contigo
a partir de ahora eres tú contra el mundo
no cuentas con nadie más,
pero la vida no funciona así
amamos y odiamos
perdemos y ganamos
reímos y lloramos
finalmente caemos arrepentidos al darnos cuenta
que las decisiones tomadas no tienen vuelta atrás.

Los bufones ven como caen reinos
una y otra vez
pero ellos sobreviven
siempre subestimados
caminando de cuclillas por las sombras
escondiendo los secretos del castillo
fingiendo lealtad
amando en silencio;
el ajedrez sigue un patrón
hay vencedores y vencidos,
el amor y la locura son lo mismo
verbo y adjetivo
todo tiene su destino
desvanecerse, diluirse,
romperse;
donde hay dolor, antes hubo amor
ahora sé lo que tú sabías
y siento lo que sentías
ahora entiendo por qué las lágrimas caían por tu rostro
todo ese odio que terminó por consumirnos;
no es momento de tener entre mis manos la pistola
apuntando a la sien
quizás sea momento de partir
de regreso a mi tumba,
un día desperté
cambié mi forma de ver y de entender
hay algo letal entre tus piernas
una droga que me deja a tu merced
como si nada más tuviera relevancia
sólo el placer del dolor que causamos
y las marcas imborrables que dejamos
en el alma y en la piel
del uno en el otro.