1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Una historia de carnaval

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Doctorbasura, 2 de Marzo de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 311

  1. Doctorbasura

    Doctorbasura Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    16 de Agosto de 2011
    Mensajes:
    64
    Me gusta recibidos:
    1
    Aquella tarde, Gleudy —un feliz Gleudy— regresaba cantando de la escuela; había llegado el carnaval, y con éste, los respectivos días de asueto que acompañaban a la fecha. No obstante, al adentrarse en la vereda que conducía a su casa, el feliz Gleudy súbitamente dejó de cantar… Divisó a tres de sus vecinitos (todos con bombas de agua en las manos) e inmediatamente supo lo que iba a suceder. ¡Corre, Gleudy, Corre! Dio media vuelta y sin perder tiempo emprendió la huida. «¡Allí está! —exclamaron los niños al verlo correr—. ¡Párate!». Pero Gleudy no se detuvo,ni pendejo que fuera. Astutamente cruzó en la esquina, le dio la vuelta a la cuadra y volvió a tomar la vereda por el otro lado. ¡Los perdí! Por desgracia, a unos metros de su casa tropezó con un peñón y por el suelo rodó. En un santiamén sus perseguidores lo alcanzaron y procedieron a acribillarlo sin compasión:
    ¡PLAS! ¡PLAS! ¡PLAS!
    Estallaron las bombas de agua.
    ¡PLAS! ¡PLAS! ¡PLAS!
    Luego, muertos de risa, los tres niños-azotes se alejaron por la vereda dejando al pobre Gleudy empapado de agua, y de lágrimas.

    Años más tarde, Gleudy, un hombre alegre y trabajador, aún temblaba al ver en el calendario la llegada de aquella traumática fecha: el carnaval; y claro, con las temibles bombas de agua de los siempre renovados niños-azotes.
    —Chao, querido —le dijo su amorosa esposa en la puerta—. Que te vaya bonito en la oficina.
    Gleudy avanzó con cautela por la vereda, siempre pendiente, desconfiado, mirando sobre su hombro. «¡Alto ahí!» le ordenó de repente una voz infantil; pero lo último que hizo Gleudy fue detenerse. ¡Corre, Gleudy, Corre!
    ¡PLAS! ¡PLAS! ¡PLAS!
    Estallaron las bombas de agua a pocos centímetros de él.
    ¡PLAS! ¡PLAS! ¡PLAS!
    A lo lejos, en la parada, vio arrancar su autobús y enseguida le salieron alas. Pegó un brinco, se sujetó fuertemente de la puerta y así pudo escapar. «¡Aquí te esperamos! —le gritaron los niños, al ver cómo se alejaba el transporte—. ¡No te esconderás!».

    Ya en la oficina, un agobiado Gleudy se pasó la jornada entera pensando en cómo evadir el inminente ataque de aquellos niños-azotes que sin duda lo estarían esperando de vuelta a casa. ¡Piensa, Gleudy, piensa! Pero las horas transcurrieron y ninguna idea le vino a la cabeza. A las 6:00 pm, resignado, apagó su computadora y bajó a esperar el autobús. ¿Qué hacer, Gleudy, qué hacer? En el trayecto hasta la parada se detuvo frente una juguetería que estaba abierta y decidió entrar. A Gleudy siempre le habían fascinado las jugueterías. ¡Y a quién no! Ahí estaban los robots, los soldaditos, los carritos, las naves espaciales, las pistolas… ¡Las pistolas! Fue entonces cuando se le ocurrió una brillante idea.

    Y tal como supuso Gleudy, los tres niños-azotes, aquellos que a sus ojos parecían los mismos niños de hace 20 años, lo estaban esperando en la vereda que conducía a su casa. Sí, ahí estaban, con sus sonrisas malévolas y sus temibles bombas de agua, listas para el ataque.
    —¡Un momento! —exclamó de repente Gleudy.
    Puso el maletín en el suelo y lentamente lo abrió; luego, para sorpresa de los niños, extrajo del interior una pequeña pistola de plástico y les apuntó. «¡JAJAJAAJAJAJA!» rieron éstos al ver cómo aquel hombre se atrevía a amenazarlos con su ridícula pistolita. «¡Pagarás!». De inmediato alzaron sus bombas y dieron inicio al ataque:
    ¡PLAS! ¡PLAS! ¡PLAS!
    ¡FRIIIIIISH!
    ¡PLAS! ¡PLAS! ¡PLAS!
    ¡FRIIIIIISH!
    ¡PLAS! ¡PLAS! ¡PLAS!
    ¡FRIIIIIISH!
    Para asombro de los curiosos que aquella tarde presenciaron la épica “batalla de la vereda”, los tres niños-azotes terminaron empapados de pies a cabeza, mientras que a su ¿víctima? ese hombre de traje y maletín, no le había caído ni una gota. «¿Cómo pudo esquivar las bombas? ¿Cómo pudo moverse así de rápido? Y sobre todo: ¿cómo pudo tener más puntería?». Humillados y ¿por qué no?, asustados por aquel Gleudy que les había hecho frente, los tres niños finalmente salieron corriendo a refugiarse a sus casas.
    ¿Qué contenía esa pistolita?, ¿agua?, ¿magia? ¿Quién era ese nuevo Gleudy que en un abrir y cerrar de ojos había plantado cara a sus miedos, vencido a sus enemigos y sobrevivido al carnaval? Pues, sucedió que al entrar en aquella juguetería, al pasear por los pasillos y curiosear los estantes, Gleudy comprendió que él también podía participar y disfrutar de esos juegos carnavalescos; que todas las personas, incluyéndolo a él mismo, podían, aunque sea por un breve instante, volver a ser niños. Es por eso que ahora un renovado Gleudy, un valiente hombre de traje y maletín (y una pequeña pistola de agua en la mano), cruzaba a salvo la vereda y entraba triunfante a su casa, recibido y premiado con el dulce beso de su amorosa esposa.


    R.


    https://ricardodiazborregales.blogspot.com
     
    #1

Comparte esta página