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Una pequeña aventura en Islas de la Bahía

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Anave, 22 de Julio de 2009. Respuestas: 0 | Visitas: 762

  1. Anave

    Anave Poeta asiduo al portal

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    La luna cuelga de una nube como un bombillo del techo, una bombillo pálido de 40 watts, y alumbra apenas la carretera sinuosa y negra. Llevamos 4 horas de viaje hacia el oriente del país, buscando la frontera con Honduras. El aire es ya tibio y salobre. Pasamos, mi familia y yo, esa noche en un hotelito de Puerto Barrios en un aislado barrio del puerto. Que curioso ¿No?

    Al día siguiente cruzamos la línea sin contratiempos. Cambiamos quetzales por lempiras y algunos dólares. Continuamos del otro lado de la línea por una carretera hecha m... Circulan vehículos sin placas y no se ven patrullas de policía como en Guate. Enfilamos hacia San Pedro Sula que está como a 90 Km de la frontera. San Pedro es muy bonito. Es una ciudad muy llena de verde, con calzadas amplias y llena de leche Sula, de sopas Sula, de frijoles Sula, de vacas Sula, de gente Sula, en fin, toda ella muy Sula. Allí nadie tiene prisa de llegar a ninguna parte. Todos manejan como a 40 Km por hora, la mayoría sin placas. Comimos en un Burger King. Hay un montón de Pizza Hut, Burger King y Wendy's pero McDonald's no vimos ninguno.
    Doscientos kilómetros más tarde nos encontramos en el famoso aeropuerto de Goloson En la ciudad costera de La Ceiba. Muy re chulo y goloso por cierto. Nada que ver con el aeropuerto de Santa Elena Petén. ¡Qué pena!
    Aquí la gente es muy amable, muy caribeña, muy negrita.

    Abordamos el avión a las 15:00 horas. Para variar subí de último y me tocó irme sola, en la penúltima butaca. Lo que sigue lo escribí allí precisamente. La letra me salió como si fuera las patas de una araña de corpus.
    De plano me da miedo volar... cierro los ojos y ... ¡Bueno! los vuelvo a abrir porque si no no puedo escribir. Trato de pensar en algo lindo. Es inútil. Lo único que se me ocurre pensar es en todo lo que me voy a perder si esta
    babosada se cae. Cuando siento ya estamos volando y bien alto. Wao...

    Estamos sobre el mar. Prefiero volar sobre la tierra. Uno de mis temores es morir en el mar. Miedo estúpido diría ya que no voy tan seguido a la costa. Y es que el mar es tan profundo, tan azul por encima y tan oscuro por dentro, algo así como mi alma en la cual tampoco me aventuro a bucear. No se ve el horizonte. Hay un vaho azulino que hace que se confunda con el cielo. El mar se transforma de pronto en un espejo que hace rebotar el sol hata mis ojos. Hay huellas serpiginosas en el agua, como borde de encaje. ¡Se me diluyó el miedo en la belleza del paisaje! ¿Hasta donde me llevaría la vida si fuera eterna?

    ¡Isla a la vista! Isla verde, ribeteada de variados tonos de azul celeste, turquesa y arena dorada. Estamos bajando.

    Se acabó el día. Nos hospedamos en West Bay, en una cabaña del Foster's Hotel. Desde la ventana veo como el sol se derrite, chorreando al mar de oro y grana. Por la tarde, después del sun set hicimos snorkeling, allí, frente al hotel. Vimos una raya cerca de la plara y algunos peces, pero son del color de la arena y se miran poco. Pronto oscureció y el cielo se enronchó de estrellas. ¡I can see the Milky Way! Aquí la gente habla, como diría mi abuela, mitad a pie mitad a caballo, mezclando el inglés y el español. La Vía Láctea atravieza el firmamento como un camino de luz. Las Pléyades están cerca del horizonte y un poco más allá esta Tauro. ¡Una estrella fugaz! Por si acaso... pido mi deseo (no lo diré para que se me cumpla) Tan solo deseo que mi deseo no sea tan fugaz como la estrella fugaz que se estrella contra la atmósfera dejando su estela de luz.

    A la mañana siguiente muy temprano fuimos al arrecife. Al principio no llegaba el sol y peces y corales se veían grises y mustios. Cuando el sol llegó lo pintó todo de color. No puedo describirlo. Me sentí como Dorothy, del mago de Oz, habriendo la puerta de la oscura cabaña y observando asombrada un mundo diferente...

    Más tarde fuimos a una School Diver. Pagué 50 dólares, pero luego me hice bolas con el equipo. Fuimos al mar, en una parte poco profunda pero simplemente entré en pánico y no pude aprender a bucear. Mis chicos, como son bien buzos, rapidito agarraron la onda. Nos llevaron mar adentro y mis dos niños, como todos unos profesionales se sentaron en el borde de la lancha y se tiraron hacia atrás como todos los demás. Los ví desaparecer bajo la superficie del agua. El mar se los tragó en un instante y yo... Se me dejaron venir encima todos mis miedos. Durante 40 minutos ellos vieron quién sabe qué maravillas que yo no veré jamás. Mientras esperaba bajé de la lancha con el snorkel pero no me solté de la escalerilla. Todo se veía tan pero tan inmenso. hacia el fondo lograba ver unos peces como de medio metro. Otros amarillos con rallas negras (peces sargento) comían algo bajo la lancha. Un banco de peces azul intenso me rodearon por un rato.

    De pronto llegaron otros buzos. Uno de ellos se quitó la careta y me dijo sonriente: ¡Qué tal Anita! Yo no le atinaba si era a mí. Después de restregarme los ojos y hacerme sombra con la mano reconocí a a Fidel, un compañero de Universidad a quien tenía miles de años de no ver. ¡Puchis usted! me dijo. ¿Cómo es eso que nos encontramos en medio del mar? Y me hizo pensar en lo pequeño que es el mundo.

    Para conocerla toda en tres días esta Isla es bien grandota pero definitivamente se encuentra en un mundo chiquito.

    Cuando regresamos a la cabaña descubrimos que el extraño olor que sentimos cuando llegamos se debía a una manada, parvada, ratonada o como quiera que se llame, de murciélagos, apelotonados en una saliente del techo. Los miramos y nos miraron mientras se espulgaban unos a otros. Habían como cincuenta.

    Aquí la comida es fea y cara, así que por la noche pagamos un taxi que nos llevó a una tienda, perdón, quise decir pulpería (aunque no vendían pulpos) a unos 5 Km en un lugar llamado West End. Mientras comprábamos entraron Fidel y su novia y yo empecé a sentirme paranoica. Al salir de la segunda pulpería que visitamos el taxi ya no estaba, ¡y con toda nuestra compra anterior en el maletero! Cuando ya estábamos pensando en emprender el camino de regreso a pie y sin comida apareció Don Rolando (el taxista) como si nada.

    El sábado se pasó rapidito. Me aventuré más lejos en el arrecife y es que uno empieza a ver un cerebro marino por aquí, una anémona por allá, tres langostas bigotudas bajo una roca, bancotes de peces chiquitos y banquitos de peces grandes, uno los sigue y como que están acostumbrados y uno se vuelve parte del grupo, y así, de pronto la playa está como a 300 metros de distancia. Vimos una cueva entre el coral. Estuardo, mi hijo mayor, me señala un banco de arena que está como a 8 metros de profundidad y sin ningún preámbulo se mete de cabeza y logra tocar el fondo, mientras mi corazón casi deja de latir. Estuardo y su papi habían visto antes un par de sombras a lo lejos ¿tiburones? y yo no podía dejar de pensar en eso.

    Más tarde Don Rolando, que a esas alturas ya era nuestro amigo, nos llevó a un lugar llamado Coral Cay en donde pagamos 6 dólares por ver unas tortuguitas verdes que son más grandes que mi mesa de comedor. Había también tiburones nodriza y tortugas carey. ¡Qué vergüenza! yo llevaba una peineta de carey en el pelo. Me sentí un poco depredadora.

    Almorzamos en Gio's. El lugar es famoso por su King Crab. Un cangrejote enorme acompañado de tabla y mazo para partirlo. Pronto hubo cangrejo por todas partes: en el mantel, en la soda, en mi cara, en mi pelo, en el aderezo de la ensalada, en mis hijos, en mi esposo y Andrea....muerta de la risa.

    Después del lunch fuimos a Iguana's Farm. Hay iguanas en el camino, iguanas en los árboles, verdes, cafés, grandes, medianas, pequeñas. Si te descuidas te premian desde los árboles como si fueran pájaros. Se dejan rascar la cabeza y cierran los ojos de placer. Llegas, las miras y las rascas como en 10 minutos y entonces, cuando ya no hay vuelta atrás, te dicen que por llegar, mirar y rascar son 5 dólares. Ni modo.

    Por último el show de delfines. ¡Por fin algo gratis! Unos cuantos saltos, aplausos, coletazos, chillidos, un negrito lanzado por los aires, todo como a 20 metros de distancia (ojalá tuviera binoculares). Claro que cuando ya estás interesado en verlos más de cerca te dicen que si quieres un "encuenntro" (tocar, abrazar, acariciar) son 80 dólares y si quieres una sumergida son 100 dólares, y solo con previa cita. ¿Qué tal?

    Se acabó el día. Cenamos y fuimos a ver las estrellas. Hace algún tiempo yo fui aficionada a las estrellas así que logro localizar a Aldebarán en el hocico de Tauro, una gigante roja que si ocupara el centro de nuestro sistema solar, abarcaría hasta la órbita de Marte. Sin embargo, vista desde mi bello y maravilloso planeta azul parece insignificante. Las personas vistas desde lejos también parecen insignificantes. Hay que bucear un poco y perder el miedo a la profundidad para descubrir algunos tesoros escondidos.

    Don Rolando vendrá a traernos las 7:00 AM para llevarnos al aeropuerto, así que Andrea y yo caminamos por la playa recogiendo conchas mientras Estuardo y su papá hacen Snorkel por última vez. Una pareja nos sigue. ¡Adivina quiénes! Les decimos adiós. Apuesto a que en Guate no voy a volver a verlos.

    Regresamos sin contratiempos. Por la tarde llegamos a Quiriguá y hacemos una visita relámpago al sitio arqueológico. Aprovecho para tomarle una foto al "hombre mono". Así le puse por pura ignorancia. Está en la estela "C" y es como un demonio personal ya que me provoca atracción y temor. Es extraño. Tenía grabada en mi mente esa figura pero no sabía dónde la había visto (visité Quiriguá solo una vez anteriormente, varios años atrás) sin embargo, al llegar al sitio, supe exactamente dónde estaba.

    Hicimos muy buen tiempo hasta el Km 18 antes de llegar a Guate en donde nos quedamos atascados por un accidente de tránsito casi una hora. Fueron casi 11 horas de viaje sin contar el tiempo de vuelo.

    Se siente extraño estar en casa. Sponky se ha quedado muda y nos hace fiestas y saludos pero sin emitir sonido alguno. Por mí que se quedara así pero sé que se le pasará, es solo el trauma de nuestra ausencia, así que enredo mis dedos en su suave pelaje y le prometo mencionar su nombre cuando cuente esta historia.
     
    #1
    Última modificación: 22 de Julio de 2009

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