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Y se hizo presente

Tema en 'Poemas Melancólicos (Tristes)' comenzado por tronk, 14 de Octubre de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 323

  1. tronk

    tronk Poeta fiel al portal

    Se incorporó:
    22 de Octubre de 2010
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    <span style="font-family: book antiqua;"><font size="4"><em>[video=youtube_share;pd6nXBPlRo4]http://youtu.be/pd6nXBPlRo4[/video]
    Cuales sirenas encantándome,
    susurrando entre polvos
    y un constante monosilábico,
    enclavadas calaveras me llaman.
    Desde allá ese monte,
    monte perpetuado en lo imperecedero,
    donde habita un escueto diálogo
    que se repite:

    -por ti muero vida...
    sin ti no moriría
    -por ti vivo muerte...
    saber de ti me da la vida.

    Su trascendencia la hace elocuente,
    su realidad es consistente,
    reminiscete...
    ¡la de la muerte!)
    solamente...
    simplemente dice
    -ven.
    Acercate de a poco o rápidamente
    pero no te olvides de que espero...
    y llegarás...por supuesto a tu hora.
    -ven.


    Junto a longevos
    y estirados cipreses,
    o confortables almohadas,
    o despeñados y acantilados,
    sea donde fuera o estuviera,
    se acicala mientras me llama y presume,
    presume...
    presume de su eterna juventud,
    -Quién sabe si la vida terrenal surgió desde una mortaja-
    Me pide que vaya,
    que la acompañe en su paseo,
    que esté a su lado,
    me abduce con su ahogo,
    me libera y arropa
    ya ausentado del oxígeno.
    Me llama y solicita que,
    cruce los límites físicos de la bahía,
    los de la roca y del viento,
    que descorra un telón hecho de mares
    y aproximándome a ella,
    la bese en este sueño
    que por suyo es sueño eterno,
    para arribar inerte
    hasta su ingravida frontera.

    *** *** ***

    Triste noche,
    prolongación y letargo,
    noche de espesura.
    Tan infinita,
    que sobreviene siendo eterna.
    Y refunfuña mientras me estrangula
    con la maleabilidad de su estaño.


    Callejón angosto,
    pasajes y paisajes
    ladeados por el negro,
    túnel que alarga
    y hace agónico el tiempo.
    Deformados los antes,
    aquellos de:
    Algodonados de feria.
    Manteles adornados con puntilla
    aguardando a los comensales,
    palpando el orden de cubiertos y copas.
    Antes, que fueron capaces de:
    Reparar entre bolillos
    o con zurcidos
    la fealdad,
    y saturar de belleza
    cada uno de los poros de ésta...
    de sus huecos;
    en el uso del hilo de seda
    que arropa el blanco,
    el lino blanco.
    O con cuerdas de tres cabos
    capaces de aguantar cada cima,
    y con ello su nieve perenne,
    cima recubierta de tan valiosos
    como ancestrales retazos.


    Vago y ando,
    corro, me agacho y salto en la noche
    ...pero los movimientos resultan ser...
    toscos y austeros.


    Camino por recovecos
    tenebrosos, oscuros,
    y a cada paso
    exprime la noche más y más densidad
    sobre la luna nostálgica cabida
    en esta larga noche,
    ácida, agria,
    enferma y distante del resto (preciado resto)
    se me atraganta por espesa.
    Y mi visión recoge la ceguera (irremediablemente)
    y la ceguera es el tropiezo (que disimulado puso su pierna)
    Me faltan ganas
    pero sigo y sigo...
    Pues ando, corro,
    me atraganto,
    respiro y tropiezo
    corro y vago,
    me agacho y salto,
    sumido en esa debilidad acurrucada
    cual es mi congoja.


    Y una esfera pierde su cuerpo,
    y este cuerpo encuentra a su espíritu
    y por fin se transforma;
    aunque he de reconocer con ello
    que hasta la caducidad asoma
    en la aparencia de lo perenne.


    En este viaje el vagón está vacío,
    de tanto espacio me acompaño, (soledad de un yo viaja)
    que me siento pequeño,
    como un acento sin vocal,
    -nulo e inutil desperdicio-
    Viajo ahora,
    y al hacerlo:
    en negra noche,
    noche tensa y adornada
    por elucubraciones y tinieblas
    me cubro de nuevas siluetas,
    de reales y fantasías,
    me empapo con otras figuras y soy...
    Soy cuadrado alisado de aristas, (exento de fuerzas)
    soy un pentágono deformado, (pierdo las formas)
    un triangulo sin grados (desorientado)
    y un ovalo despedazado (lágrima ambulante sin identidad)
    ante mi condición terrenal,
    por la complejidad y consistencia
    de mi simpleza.



    Un álgido quejido me tienta
    y llego hasta el suelo del cielo,
    cielo entelado por millones de parásitos.
    Para progresivamente ir cayendo,
    rampa tras escalón
    hasta el subterraneo donde se hallan
    infinidad de subterfugios,
    y allí buceo mecido
    por el aparente reposo
    que vive dentro de la soledad
    de mi seco y estéril pozo.
    Y resoplo cuando de a poco
    frágilmente me rompo...
    roto por el chasquido de unos dedos.
    Mi suerte está echada
    en ese dado que rueda numerado,
    con el codigo
    -a veces visceral, otras racional-
    por el compás de mis emociones,
    por mis pensamientos;
    y saco buena nota del filtro,
    en el latir de vastos sentimientos.



    Por mas que pretenda acallarlo,
    persiste el sollozo (resulta indeleble)
    y aunque le intente romper
    la cintura a estos momentos,
    son inservibles los quiebros
    y el recuerdo late al ser recordado
    y naufragando,
    uno olvida que fue diestro marinero
    y capitán.
    Olvida que el cielo tuvo luz
    y estuvo limpio algún día.
    Yo aquí ya olvidé, (desmemoriado)
    su lucir estrellado.



    Sirvo preso del espejo,
    de aquel en el que reflejo
    es sinónimo de ese dolor poco transgresor,
    dolor con sangre por penas,
    y el cual se apura,
    y con miel y limón
    sus cuerdas afina
    en coral impregnada,
    de sollozos y tristeza.
    Valiéndose de un canto...
    sea requiem o rapsodia
    pero entonado siendo oda,
    lacayo del lamento.



    Los sabores se vuelven insípidos,
    y aún así...sin saber a nada
    saben a tanto que duelen.
    Se quedan simplemente
    -encadenados a mi garganta-
    escociendo hondo,
    ¡tan profundo!
    como un beso de adolescente
    dado sobre la butaca
    de un cine en domingo,
    o unas manos
    prestas a alcanzar el tesoro
    cual está en unos senos (en el parque a escondidas)
    y de reojo mira alrededor.
    Tan hondo
    como mis entrañas bañadas
    y rotas por el carmín de la decepción.



    Pesas noche,
    pesas mucho y tanto,
    que soy tu esclavo,
    que me desvelas.
    Agitas mis raíces
    desbancando a mi coraje,
    y por más que busco el cielo,
    solo veo y palpo
    el lodo estancado,
    el lodo y fango,
    y me doy cuenta que,
    aunque de ti dudando,
    desconociendo tu ciencia cierta,
    pienso en ti,
    y al pensar en ti te siento.
    Y ante ti dejo ya de ser ingenuo,
    necio o cobarde,
    frente a ti (desnudo mi alma)
    y por fin atreviéndome,
    soy tan intrepido e irresponsable,
    que aparento ser valiente.


    318-omu G.S. (BCN-2011)
     
    #1
    Última modificación: 14 de Octubre de 2011

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