Cuando callen los silencios y no canten los jilgueros, cuando se sequen los ríos y todo quede desierto, cuando las palabras vuelen y se evadan en el viento, cuando los hombres no sepan si están vivos o están muertos, cuando el tiempo se diluya entre el espacio y el viento, cuando nazcan mariposas sólo de color negro, cuando los grillos se callen porque la noche haya muerto, cuando el sol se encuentre solo y a nadie le de su aliento, cuando lleguen caprichosos los fantasmas del averno para ver como ha quedado el laberinto del tiempo, cuando la triste figura de algún caballero muerto, con su caballo ruano por las colinas deambule, por blasón llevara puesto una armadura de hierro y en su mano una bandera de risas y desacierto, yo estaré con mi utopía soñando que estoy despierto, y apenas me daré cuenta de que también estoy muerto
Son los versos las espinas que te clavan en la cruz, las rosas que te regalan, bajo la mirada azul de los ojos... que te aman. Son los labios que te llaman los besos que te olvidaron, las aguas que te mojaban los sueños... que te soñaron. Son las palabras calladas que acarician tus oídos, las mariposas aladas, que en el jardín de tu cara vuelan... sin hacer ruido. Son los versos la ternura la ilusión la simpatia, las gotas que cada día dan pasión a la aventura que nos ofrece la vida.
Los versos son la herramienta que utilizan los poetas para subir hasta el cielo y jugar con los cometas. Son elocuentes, mordaces, sibilinos y arrogantes, son pequeños fabricantes de cualquier cosa capaces. Pueden y saben hacer un ejercito en palabras, y al más valiente caer. con el arma de sus voces Enigmáticos paisajes áridos de sol y oasis, cuadros sedientos de sed. Y engendrar también después el mar, y a su lejanía, ponerla siempre a sus pies. Brotar caducas historias y con tres palabras juntas, amor, pasión y locura seducir a la memoria Son los versos el enigma, la paleta y los colores con que pintan los poetas el cuadro de sus amores
Los versos son la envoltura del sentir de los poetas son cantares, son saetas que penden de su cintura. Con jirones de la pena y pedazos de alegria, forman juntos la condena a la que llaman poesía. Se agarran a la esperanza aunque no exista asidero, y ponen en la balanza tanto plumas, como acero. Vencen quimeras hostiles y luchan a campo abierto, navegan por el desierto y por los mares de Aquiles. Siempre sus velas henchidas desafiando tempestades, con las mentiras, verdades van curando las heridas. Y despacio el terciopelo de la pluma que los mece, los adorna y enloquece y los vuelve caramelo. Los versos son la envoltura la coraza, la diadema, eterna brasa que quema y el bálsamo, que nos cura.
Extrañamente hoy parece que te extraño es raro pero a veces me cuesta recordar, y pienso los momentos que pude hacerte daño sabiéndote asaltada por tanta soledad. Es cierto no lo niego, que a veces soy huraño, que busco lo imposible y a veces es verdad, que siento entre mis manos las tuyas como un paño de besos y caricias llenas de suavidad. Quizás cuando te miro tu sepas los temores que arropan los caprichos que esconde mi mirar, y llega tu mirada y cesan los temblores, que acuden a mi boca cuando te empieza hablar. Tal vez no me de cuenta de que a veces te extraño, y subo la escalera y sin mirar atrás, por descuido tropiezo tal vez algún peldaño, se oponga a los intentos y aleje el caminar. Pero no te preocupes porque te extrañe ahora este humilde poeta solo escribe por ti, tú sabes que te siente, tú sabes que te adora, que sus versos van llenos de rosas para ti.
Llegan rayos ardorosos del nuevo sol que amanece, de los andenes del tiempo y el silencio... se estremece en pasos que presurosos entre las olas del viento, vuelan y desaparecen. La luz... disipa la noche increpa su compostura, saludando con dulzura cuando de nuevo aparecen los días entre sus brazos. Nadan luciérnagas blancas entre luces de colores, y al amanecer florecen en los jardines de flores traviesas ave Marías, dando perfumes y olores y regalando alegrías.
En la bóveda celeste de los arcos que sostienen la catedral de la vida, están cantando las horas mientras esperan los días, y en el nogal de los tiempos suenan nuevas melodías, acompañando a los años deshojando las esperas de aquellas horas tardías, mientras... llueven los momentos de próximas tardes mías cuajadas de sentimientos. Arde mi boca en deseo de ser tu boca en la mía, el beso que en un seseo se escapa cual gota fría del vaso presa y rebosa, al notar con alegría tus labios, su alevosía, la cintura de tu boca, el palpitar de un aliento mientras tu pecho latía, volviendo fuego la roca que en mi pecho se escondía.
Sentado en aquel banco mirando hacia las vías, llorando sus pesares se encuentra un verso blanco hurgando en la trastienda, de tantas soledades, y el eco de los días repite un triste canto, “Parece que tu llanto no tiene solución, las rimas poco a poco se fueron diluyendo cayendo ya vacías, huyendo de tu espanto”. Las lágrimas brotaban y el caudaloso río, al mar las arrastraba pintándolas de frío, y mientras se asomaba cubierto de rocío el beso que le daba, y el eco ya tardío cansino armonizaba de nuevo la canción. “Parece que tu llanto no tiene solución, huyendo de tu espanto se fueron diluyendo las rimas poco a poco, cayendo en erosión. Mas... afortunadamente abrió los ojos el verso y se sintió diferente, dándole salida al beso que depositó en su frente, así dejó de estar preso, y se lanzó más ardiente volviendo brasas los hielos nadando contracorriente, remontando hasta los cielos, Se callo el eco lejano y se escucho esta canción, “Musas acudid temprano y dadme la conjunción, que las rimas con su mano me traigan la solución para que me sienta humano”.
En la estación del olvido hay caricias aparcadas, y el tren de las amapolas con su silbido las llama, y corren por sus andenes alegres besos con alas, buscando labios perdidos que robaron madrugadas. Pasan las horas inciertas minutos a bocanadas, dejando al reloj del tiempo sentadito en su peana, ruge el tic tac tras los vidrios jugando a las escapadas, con las caricias que llegan en esquinas rebuscadas. Por los gritos del silencio de un laberinto se escapa, arrollando con suspiros el tedio que le delata.
En la estación del olvido están guardados los besos, aquellos que se olvidaron, en una consigna presos por la cárcel de los tiempos sin esperanza a un descuido, mirando, lo ya vivido resbalando entre los cuerpos, en sus traviesas hundidos quedan todos los recuerdos, pensando, que son vencidos por las manijas del tiempo. En el anden transitando quedan migajas de sueños, agarrados a las sombras de los vagones más viejos, Y ya la locomotora se despereza y arranca, con aires de primavera como una joven potranca, acelera su carrera para llegar a los besos que dejó en la carretera.