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3 POEMAS

Publicado por Luis Libra en el blog El blog de Luis Libra. Vistas: 573

BUITRES EN MI JARDÍN

El día que Supermán se enganchó a la marihuana
en mi reino descorchábamos caprinos
desde los campanarios, aplaudíamos
el acuchillamiento de mamíferos astados
y practicábamos el harakiri (en vivo) a los cerdos.
Por aquellos años yo dibujaba sueños
y odiaba a los niños con olor a mierda de vaca
que chorreaban hostias tras la cerquilla
aledaña a un colegio de piedra podrida
(materia de los enlatados cerebros de sus progenitores)
En la primera cadena explotaba el espíritu
de la paloma en doble estéreo
e improvisadas distorsiones a una sola mano.
Nuestros padres se emborrachaban
con vino de rosas y aromas de sangre seca:
solera que hervía la bodega de las parroquias obreras
y la festividad anual de la Casa de campo.
En aquellos años, a nuestros jóvenes mayores
aún les sangraban los himnos a capela,
se creían a pie juntillas la pirotecnia libertaria
y los anuncios musicados de nocilla.
Ya entonces se fraguaban cambios terminales
en el córtex de los barrios,
mientras al sur los negritos del Colacao se empeñaban
en seguir muriendo antes de los cuarenta.
La floreciente dislexia existencial ya presagiaba
el apocalipsis en los imberbes pechos.
La engominada hornada de los lacoste
acumulaban matrículas de deshonor
en evoluciones y ciencias políticas.
Los demás remaban hacia el horizonte
que dictaban el anti-inmovilismo social
y las feromonas de ocasión.
Más tarde, yo aún aprendía a abrocharme
los verbos en frecuencia modulada,
engordando a golpe de tendón y uña
la lista de mis futuros crímenes contra la humanidad
y la línea crediticia del Corteinglés.
A las estatuas se les cayeron los anillos,
a los armarios las puertas
y a otros el reloj del amor por las alcantarillas
de algún paraíso en rebajas.
Y Supermán, al fin desintoxicado,
estrellaba sus lágrimas de acero contra el techo
del planetario de su vieja ciudad technicolor.
Allá por mi reino aún se mojaban los sexos
y se empalmaban los miembros viriles
de los machos ibéricos
cuando un ser de cuatro patas doblaba el esqueleto
y derramaba su sangre por la tierra.
Pero por aquel entonces
todavía creía en superhéroes
que fundían con su mirada láser a los malos.
Muchos años después yo seguía digiriendo padres
y seguía escondiendo venas
y seguía dibujando sueños.

_______

UN HOMBRE Y SU DOLOR

Hay un hombre que se muere a cada minuto.
Un hombre que le sobran razones para callar,
un hombre que tiene motivos de sobra
para gritar hasta reventar.

Uno que se ahoga en un puzle de conceptos y de estrellas,
que cree que la niebla tiene oídos (y que le escucha),
que sabe que tras lo oscuro no habitan sombras
con dentadura y hambre de lobo.

Hay un hombre que a ratos precisa y profesa de dioses y métodos
que justifiquen su descomunal pequeñez;
que bendigan su intolerable instinto de bestia,
y que le permitan fotografiar desde alguna luna de Júpiter
el arco iris de sus tribales y deshilvanados hormigueros de hombre.

Hay un hombre que necesita de otros hombres y mujeres:
mujeres con halo y brisas de madre,
de mujeres que alteran las mareas.
Un hombre que necesita orgasmos
tibios y sencillos (de los de andar por casa),
los otros los guarda en el cajón donde crujen y se pudren
recortes de cielos caducados y sus perdices momificadas.

Que también necesita tormentas de vino y litros de olvido,
toneladas de paciencia, gramos de ilusión,
moralejas de postre y bandas sonoras
para llorar y para llevar.
Que necesita también alas de plastilina infantil
y paredes con olor a isla y a humo,
espejos y sus ismos, paréntesis, brújulas y revólveres
(estos últimos cargados de insultos expectorantes
y furiosas primaveras)

Pero sobre todo,
sobre todo, lo que ese hombre necesita
son unas manos que acaricien y alivien
su endiablada acidez incorpórea,
unos labios que compartan y amortigüen su dolor,
su inconmensurable dolor por llegar a reconocerse
en el turbio e infecto estanque
de la (su) memoria humana,

... dolor de no sentir dolor.

Hay un hombre que ya no necesita de amores que viajan en burbujas
y explotan acribilladas de café y químicas
mágicas al amanecer,
un hombre que ya no necesita mentiras,
tantas y tantas mentiras, engrasadas
y sincronizadas como caros relojes suizos.

Hay un hombre al filo del abismo de la desesperanza,
a punto de romperse en un billón de átomos de insoportable lucidez.
Un hombre que entretanto se conforma con respirar,
un hombre que ante todo sueña el triunfo del hombre,

de ese hombre aún en proceso,
de ese hombre con H de humanidad,
y con el tan generalizado hábito
entre algunos y algunas como él
de enfrascarse en estúpidas e infructuosas discusiones con su silencio,
a dejarse volar sin límites ni restricciones ,

a la osadía y potencial pérdida de tiempo de verter,
día tras día, en un alarde de estoica aseptitud,
su monótono y repetitivo dolor
sobre un mudo y jodido papel.

_______

LA INDUSTRIA

Dentro de la habitación:

Insomnio de palomas disecadas.
Sombras a pleno rendimiento:
Metalurgia de la memoria
en estructura de techos altos
e inabarcablemente fríos.
Planchas gigantes y quejosas,
dentadas correas rezuman
corazones de culpa o humo
entre estertores y relámpagos
sin gravedad.
Lunas/es de cocaína ante un descolorido
calendario de antiguas amantes
ataviadas con lencería roja
e inerte expresión. Fluye
sudor ácido y terrible,
desbocado bajo las sábanas
y sobre las sucias sienes
de los protagonistas
del último remake del inframundo.

Fuera de la habitación:

Un gato negro y viejo
(más viejo que negro)
araña suavemente la puerta.
Clamando en voz baja
su oficio de ángel nocturno,
su incuestionable derecho
a arroparse junto a los pies
de su mejor amigo,
en su penúltima muerte.

_______
A Medusa y Alizée les gusta esto.
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