Jose Anibal Ortiz Lozada 10 de Abril de 2025
Me hablas con hambre de alma, con antojos de letras y sed de caricias escritas. Tu voz no necesita sonido, porque basta con la manera en que me pensás para hacerme temblar por dentro. Le das forma al deseo con palabras suaves, dulces como algodón de azúcar que se derrite sin aviso, y me pregunto si sabés que te leo con el pecho, no con los ojos.

Mientras vos pensás en mí, yo respiro cada frase que tejiste en la madrugada. No estás sola, aunque te parezca que dormís con la almohada vacía. Estoy ahí, acurrucado entre tus versos, dándote ese beso tibio que pedís, con gusto a fresa, chocolate y promesa.

No escribís para mí, decís... y yo me río bajito, porque te tengo en la boca de mi mente, y cada palabra tuya me alimenta el deseo. ¿Querés un suspiro? Te doy el mío. ¿Querés un latido? Tomá este pecho que late por vos.

Y si la noche se estira y el hambre sigue, nos comemos el silencio juntos. Porque vos escribís, sí... y aunque no lo digas, me escribís a mí. Y yo... te leo con hambre.
A luna roja le gusta esto.