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AMOR EN EL METRO DE MADRID

Publicado por Luis Libra en el blog El blog de Luis Libra. Vistas: 792

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Amo el metro y los trenes de cercanías.

Viajar en los trenes de Madrid es poesía pura
en vena.

Los prefiero con abundante pasaje
pero tampoco demasiado llenos.

El gobierno se ha empeñado en jubilar mi coche
y ambos nos lo tomamos con resignación.
-Ay compañero, "amico firmo nil emi melius"
que lo sepas-

Antes de Cristo, antes de mi Opel Corsa gti
-que corría como el diablo sin abs y sin airbags
y sin radares y sin controles de alcoholemia-
y antes de mi primer invierno nuclear
yo viajaba mucho en metro y buses,
¡jóder, cuánto ha llovido de eso!

Sí, amo viajar bajo las calles
y los edificios de la ciudad;
todos son felices en los andenes y vagones
en esta nación de luz led y ratas discretas,
de felicidad y amor subterráneos.

Solo faltan los pájaros,
si hubiera pájaros sería la nación perfecta.

Los jóvenes -ajenos aún a los big crunchs de la vida-
en parejas o grupos, conversan y ríen
con sus teléfonos móviles. Todos
teclean religiosamente y a la velocidad de la luz,

teclean, ríen, hablan y aman sin parar
abducidos por sus silícicos apéndices,
extrafinos, Apple, japoneses o coreanos.
Jóvenes y teléfonos móviles son uno
en este inquieto siglo.

Y es que todos los jóvenes son hermosos,
todos los jóvenes son buena gente,
todos los jóvenes son poetas en potencia.

En el metro todos los pasajeros son felices
hasta los que tienen cara seria y se miran
en el cristal de las ventanas de los vagones
o leen un libro o el periódico o sus contratos
de trabajo o los resultados de sus analíticas de sangre.

Miles de almas ateas, creyentes, agnósticas,
diestras, zurdas, veletas, eólicas,
chicas con deportivas más grandes que ellas,
viejos con mirada tan cansada
como los hepatocitos de España,
almas internacionales, sin gluten,
con arena de mar, espías de Andrómeda...

Todos son felices y yo tan feliz.

Y son felices porque en el metro no existe la soledad.
Y son felices porque si de repente uno se desmaya
si te da una lipotimia o te da un infarto
incluso si saltas a las vías en un ataque
de supremo bajón existencial
todos te van a ayudar, van a pedir ayuda
con sus bonitos y modernos teléfonos móviles;

van a ponerse nerviosos
algunos van a llorar a gritar a preocuparse por ti
van a detener el tren
y van a dejar de reír y de guasapear
y de charlar alegremente sobre sus cosas.
Te van a ayudar a ti, te van a amar a ti.
Porque si Dios existe, no lo dudes, va en metro.

El metro y los trenes de cercanías
son el verdadero ministerio de la Solidaridad
de este puto mundo.

Si bombardeara La Aviación enemiga,
si hubiera un terremoto devastador,
o una guerra y al mes un terremoto de 7,6
todos, juntos, en magnánima comunión
habitando los inexpugnables pasillos del metro,
ayudándose unos a otros como hermanos
como hermanos que antes, arriba, no lo eran.

Aunque aquí no hay guerras ni terremotos
devastadores, esas cosas ocurren
en lugares donde no hay
ni se imagina metro ni suerte,
pero ahora estamos hablando del metro de Madrid.

Falsos mapas del tesoro y relatos burbuja
ilustran el interior de los vagones.
A veces entra un músico y resume
algún great hit de Dylan o el maestro Leonard
que sorprende y emociona al personal
(y les afloja el corazón y los bolsillos)

Hoy dejan viajar a los perros con sus humanos,
si mi Bart estuviera aún conmigo le llevaría en metro
solo para que lo conociera,
y seguro montaría La Revolución
y algunos pasajeros ya no serían tan felices,
pero yo sí.

No estaría mal morirse en el metro,
un buen lugar para morir: rodeado de amor
de gente feliz que nunca te dejarán solo,
porque en el metro no hay soledad;
... rodando, volando sobre las vías
a través de los túneles y entre publicidad
mil colores y una voz de mujer suave,
robótica -casi divina-

anunciándote amable la próxima estación.

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