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Necesito en esta orilla del silencio, hacer señas para que me viva mañana.
Mujer mía, no quiero pesarle mi pesimismo o realismo acerca de las cosas.
He removido mucho la tierra. No es el origen pero es un antes. Quiero decirle que he encontrado muchas cosas. No se afilie a mi, tal vez desaforado punto de vista. Pero vea por mí y luego juzgue. Hemos hablado mucho.
Recuerdo haber comentado algo sobre el altruismo y el egoísmo.
Altruismo viene del latín "alter", otro. "Ismo" es abocación. Ego. Uno mismo.
Sus padres son decente, comprensible y honestamente egoístas. Son humanos.
Usted es dos cosas para ellos. Los otros. Y ellos mismos. Es decir, es parte de su egoísmo y parte de su inactivo altruismo.
Ellos actúan interesadamente en cuanto a su función en la familia que ellos son.
En cuanto a lo relacionado con el ser usted en usted misma, ya no atienden.
Ése es el altruismo. Inexistente. Ellos no contemplan su realidad individual.
Pero usted, créame, es mucho más individuo que familia. Es mujer más que niña, es más madre que hija. Claro está, cualquier juego de palabras tiene el caos de la verdad. Pero eso para los hombres.
Que se equivocan. Pero la verdad es inconmovible y no admite un caos que es de los testigos y no de los hechos.
Cabalmente sus padres me retumban en las pelotas.
He comprendido el asqueroso materialismo de su madre en pequeños detalles que se iluminaron. En una pieza oscura un espejo no se ve pero una rendija de luz lo descubre.
Hoy he revuelto en todo este caldo y encontré una llave. Eso no quiere decir que a San Pedro se le hiciera el caldo gordo —o que se ahogara (valga su jerarquía) en una olla de caldo y no en un vaso de agua. Cambié de recipiente porque Pedro es un cabezón.
Ya me había dicho San Lucas, el cajero, que San Mateo el taxista le prestó una rueda de su carro para tomar la medida de su halo de santidad. Creo que igual, le quedó ajustado.
Voy a explicarle. Su padre invirtió en una estación de servicio como negocio. Se fue a España. La estación se vendió cinco meses después. Ese dinero excede los límites de aun una ensanchada necesidad.
Roberto se queda en casa de amigos y luego se irá a vivir no sé dónde. Pero no tiene un departamento. Es decir. El lujo, que no la necesidad, es un cebo para los que van. Los que quedan no gozan del patrimonio familiar.


JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
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