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Está bien, me pondré los zapatos de irme, y los ojos de nunca y las manos de ramajes despoblados y el silencio azul de los caminantes y la anticipada resignación de los que no vivieron su propia rebelión. Me pongo los zapatos de irme, de muchas partidas (y sólo dudo de mí como ante un espejo donde descubro rostros ajenos y no allí ecos ni sombra siquiera)
y siento que yo soy el que pasa el que les pasó a los otros el que siempre se va el que no existe
Porque eso ser solo sin distancia ser ausencia sin partida. Porque parto una vez más y es no haber sido nunca, como caminar sobre el barro sin dejar huellas.
Me pongo los zapatos de irme, de haber quedado tantas veces como perderme el rastro o dejar un hombre existiéndome yo mismo es cada parte y seguir adelante hacia mí mismo tantas veces, tantos testigos tantos puertos y el único ojo único, que no puedo quedarme ni dejar en ninguna parte siéndome la larga soledad de los andenes y los zapatos que nunca me descalzo.


JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
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