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Ferris.
Publicado por Dark_Fairy en el blog Monster.. Vistas: 565
El alcoholismo, siempre ha existido dentro de los genes de quienes me rodean, a mi nunca me gustaron las drogas y jamás las probé, ni las he probado, ni las probaré, solamente dos veces he bebido y han sido las dos veces más fatales en las que me he sentido.
A Ferris lo trajó mi papá, un domingo de esos de Beltane, de esos donde no hace ni frío ni calor, donde el cielo está azul pero gris, donde la ropa de la lavadora sigue tallándose pues, quiere parecer nueva, se bajó del mustang verde y casi me lo encasquetó cuando salí a verlo, Ferris ha sido uno de los pocos aciertos que he tenido con el tema de las mascotas.
En ese entonces, todavía no existían las ganas del derrumbe, éramos lozanos y amenos, mi cara no era grasosa, mi cutis se arruinó cuando entré a trabajar a la panadería, empezó a llenarse de acné y acumuló grasa y puntos negros, pero para ese entonces, a Ferris ya le quedaba poco tiempo conmigo.
Él se fue antes que tú...
Mi panza, era enorme, pesada, un bebé se movía para un lado y para el otro, mi papá estaba ingresado en el área de urgencias por un dolor en el estómago, hasta ese momento su vida había sido un ir y venir de excesos, de corajes, de rencores, falta de comprensión y tal vez, amargura, solamente me decía que sentía que se iba a reventar, llevaba puesta una camisa roja color vino, un pantalón de vestir azul marino y sus zapatos guindas, yo traía en ese entonces el pelo muy corto, una blusa a rayas que denotaba más mi panza y un pantalón de maternidad, éramos Adrián y yo luchando con el tiempo y los médicos lentos y muy canijos que no atendían a nadie, también sentía el reborujo del hambre que no era mía, era de Adrián y su deseo de dormir pero, en ese momento no había nada arrullador para él.
Le pusimos Adrián porque así se llamaba mi cuñado que murió siendo muy joven.
Las tías tontas, llegaron cuando el calor de septiembre del dos mil catorce, estaba apagándose por la calle de la escuela, mi panza era asimétrica, de un lado el bebé, tratando de desaburrirse, yo ni siquiera sabía el destino que mi papá estaba corriendo ahí adentro, me salía a buscarlo entre los internados que se veían acostados por un área restringida pero que por las rendijillas de letras y letras se mira la gente acorazada de sueros, no tuve suerte, una de mis bobas tías me compró un burrito y una soda, entonces Adrián que, se retorcía en parte por enojo y en parte por hambre, se quedó quieto, dormido, pero yo, caminaba por la rampa, mis tías se fueron y de repente la sala de urgencias parecía desierto, salía yo, a asomarme y miraba la calle que conducía a la escuela, miraba el puente y luego volvía a mirar la calle de la escuela, Adrián dormía, como un pececito que flotaba.
Como a las cuatro me avisaron que ya no lo iban a operar, y entonces caminé por el puente para ir por la ropa y después, él dejó de tomar pues, no quiso ver más mi cara de susto y le prometió a Dios y luego a mi y a Adrián, que nunca volvería a tomar, tiró todo el tequila y el agua loca y el tonayán...
Ferris se murió un cuatro de mayo, era sábado, yo llevaba puestos unos jeans verdosos con flores desgarbadas y una playera rosa con unos conejos sonrientes, pero el ambiente era totalmente contrario a esa playera que manifestaba alegría.
Ya no me queda nada de Ferris, sólo sus recuerdos y una o dos fotos que no me dicen nada.
Mi papá no ha vuelto a tomar desde ese dos de septiembre del dos mil catorce.
Adrián es wero...
Se baja en la noche de su corral y se duerme con nosotros, nos dormimos agarrados de la mano.
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