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Fragmento de una charla

Publicado por Melquiades San Juan en el blog Dibujando Voces. Vistas: 516

Fragmento de una charla, con una leve adaptación de mi texto original.

Hay algo que los devotos no saben de los ateos. Estas "basuras humanas" tenemos una relación, quizá más cercana y recurrente al "concepto de Dios", que la sostenida por el confesionalismo por hábito irreflexivo, sin descartar que existen formas de religiosidad reflexiva (¿).

Por ejemplo, en mí, el concepto asiste, como lo hace con cada mente humana, a mis instantes de contemplación y reflexión interna. Viene sin nombre, como amigo.
Sin la vieja y hurgada doctrina que le emponzoña la investidura con homicidios, genocidios, egolatrías e iracundias.
Se viste con ropas desgastadas (sin marca) y gusta de escuchar más que mandatar o predicar.

Detesta los ropajes ridículos con que lo presumen omnipotente, y no es autoritario. Ama la voz del hombre porque destruye la soledad de los silencios que lo habitan en ese mundo terrible de ser eternidad obligada.

Me mira amoroso y me dice que no trasmute nunca mi obsesiva cauda de preguntas, porque en tal caso, de ser creatura suya, es la pregunta y la búsqueda la senda que conduce al saber (...), semilla de toda sabiduría.

Cómo puede un sabio -me dice- odiar la sabiduría y alimentarse únicamente de la fe ciega y sorda.

Las preguntas suben al cielo y alimentan los oídos que puedan existir en cualquier lado; es el silencio la respuesta que invita a elucubrar respuestas: erróneas, aceptables, certeras...

¡Ay hombres, qué daños os hacéis en mi mítico nombre!


Mi Dios tiene que ser necesariamente tolerante y filosófico.

En cambio, se desfonda el dogma, bajo el costal de las preguntas sin respuestas.
Acosado.
Sitiado por las lanzas que quieren desgarrar el velo, recurre a la mentira.

No hay mentiras eternas ni preguntas que perduren ante la resultante del silencio: la búsqueda. Se enconcha y surgen los purgatorios: El dogma llama “tentación” a lo que no puede cubrir con falsas respuestas, “Demonio” a lo que trasgrede sus oscuridades obligadas.


Dios se me desvanece por las tardes apagando los fulgores de hogueras hechas con libros poblados de pensamientos.

¡Anciana paz te digo adiós!
¡Vieja mentira, romántica, producto de mi instante casi fantasmal: te despido!

Se vuelve Neptuno con cuerpo de ballena gris. ¡Lo puede hacer, es Dios! Lo puedo afirmar: soy la pluma de un cuerpo formado con genes de espejismos.

Dios espera que vuelva a ensombrecerse el mundo ante mis ojos para conversar conmigo esas charlas eternas.

Yo le digo ¡No existes! y él responde: ¿de verdad?... y explota en risas como niño travieso.

Nos sorprende la tarde con sus vientos tibios y deliciosos ocasos.

Con su magia crea una playa desierta de hogueras de libros, espadas y cruces.

No hay voces que anuncien burdos juicios ni amenacen conciencias con condenas.

Emisarios del miedo se devoran en su propia inmundicia.

Veo al viejo desnudo. Inocente de todos los horrores fatales que le adjuntan los promotores de la fe.

La playa nos concede su espuma, el viento quiere volverse música.

Algún lucero quiere volverse -a lo lejos- vanidoso pavo real, al que se le perdona hasta su exceso de belleza por el bien de la belleza misma.

Mi desnudez se viste de pluma y cuenta.
Crea un nuevo Dios cada día.
Uno para cada horizonte que me acecha, para cada angustia que brota más allá del misterio que me espanta con su espejismo infinito.

De mi cuento dirán: ¡es demonio, no existe!
Son dioses berretas que nos convierten en siervos, esclavos, en fantasmas sumisos del sermón que provee todos los miedos y amores absurdos.

En la playa, Dios ha desaparecido; quizá pez, quizá agua, quizá sueño fantástico de cunas infantiles; quizá nada.

¡Qué importa! Después de todo: ¿No somos espejismos? Luces que se encienden y se apagan. Voces que se atrapan a sí mismas para llamarse vida.


Las preguntas suben al cielo y alimentan los oídos que puedan existir, es el silencio la respuesta que invita a argumentar respuestas.


No es la fe la que impulsa la vida. Es la vida la que comprende todo en la cápsula sideral donde resuenan tantos ecos.

¡Heme aquí hablando de Dios!
¡Por Dios!... ¡Soy Ateo!

Dios, desde su universo de mitos en la mente del hombre, sonríe.

Somos hombres. Espejismos vueltos instantes en los cuerpos del hombre con una pluma y un lenguaje.
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