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¿Hacia dónde van las Academias de la Lengua Española ? II
Publicado por Melquiades San Juan en el blog Dibujando Voces. Vistas: 491
Apéndice
Al idioma sirve para muchas cosas. Para usos legales requiere mucha precisión, un yerro puede afectar intereses o vidas. Para la crónica histórica igual, de su precisión depende la interpretación posterior de los hechos pasados, conocimiento de palabras en desuso o que al paso de los años han cambiado de significado. Hay usos ordinarios como los de las cartas que ahora son vía correo electrónico. Y un uso en boga, que mutila la palabra porque cada mensaje debe enviarse en un número determinado de caracteres. Las llamadas redes sociales o los mensajes vía móvil.
Los escritores y poetas suelen ser quienes dan al idioma un uso más basto. Quienes le hacen evolucionar. Su uso como narración recreativa no requiere como los otros de tanta rigidez. Flexibilidad que permita una lectura ligera y comprensible para que la mente forme las imágenes sin perturbarse en detalles al paso de la vista sobre las letras. Seguir la trama como si fuera una película sin que se queme el rollo y se tenga que esperar a que el operario vuelva a colocar todo.
Las palabras tienen su propio ritmo y sus propios espacios. Tan bien marcados que no precisan de la presencia excesiva de los signos de puntuación. La narrativa moderna. Leemos a los escritores de hoy y comparamos sus textos con los del siglo XIX por ejemplo, y nos damos cuenta de inmediato de las diferencias. Textos cargados con toda la puntuación que las normas de la época establecían como correcto. Todavía hoy encontramos autores que escriben así.
Los poetas. Además del mensaje o idea contenido en sus versos, el poeta usa como escultura la imagen de la palabra. Abrimos un libro de poemas y parece que hicieron una escultura o una pintura con las palabras.
Tomás Segovia, por ejemplo, retomó la estética antigua que se encuentra los libros poéticos de la biblia, y que retoña luego en el Siglo de Oro español con Francisco de Quevedo, y que resurge en la pluma de Gustavo Adolfo Bécquer en la segunda parte del siglo XIX, y que hoy muchos poetas vuelven a retomar; unos por cuestiones de estética o imagen, y otros para procurar una entonación al estilo de una Oda o canto solemne a sus obras: todas las letra versal de cada verso en mayúscula; y su variante, la versal en minúscula.
Una estructura salteada o alineada de tal forma que invita a interpretar el dialogo, o a una escalada de palabras que se musitan en forma decreciente.
Por sí misma la palabra se transforma con su cuerpo en un signo de expresión como el que se usa en la música.
Leer un poema en minúsculas invita a sumergirse en el susurro para musitar la poesía con ternura, y según el caso, de dolencia.
El uso de la palabra prescindiendo de los auxiliares de puntuación para dejar que sea la propia palabra la que marque sus ritmos y espacios.
Cómo será la mente del poeta, que visualiza al lector cuando acuña la palabra en una poesía. Lo invita a jugar con él, a reproducir su intento.
Crea versos casi ajenos uno del otro y con él forma el cuerpo del poema para incitar al lector a descubrir los puentes, como cuando vemos al cielo estrellado y de todos sus elementos estelares establecemos una armonía.
Poemas que a la lectura pronta tienen significado oculto e incomprensible, pero que al sumergirnos en el momento creativo del poeta descubrimos su intento. Complejos, sí; pero son parte de la magia de la poesía.
El lenguaje vuelto herramienta para el ser humano creativo.
Tras los pasos de los poetas vienen los estudiosos estableciendo con esas creaciones las etiquetas de esto y lo otro: las corrientes, las tendencias. El cómo debe hacerse esto, el qué sí es y qué no. Libros y ensayos para comentar tal o cual obra; X autor y sus motivos, sus ambientes.
A veces los descartados se vuelven culto.
El lenguaje muestra en manos del poeta un universo desconocido para la praxis cotidiana. Un rostro que asombra y muestra qué tanto puede el hombre hacer con su propia creación. Magia con magia: fondo y forma.
Todo se vuelve parte del universo infinito de posibilidades de la lengua.
Y este es nuestro divertimento. Nuestro placer.
Por eso andamos al pendiente de lo que ocurre con nuestro idioma. Atentos a sus modificaciones para aprenderlas y comprenderlas. Es una lengua viva que se adecuará a las necesidades y propósitos artísticos del ser humano.
Veremos pues, cuál es el rumbo que toma en el futuro y por dónde ser irán las academias de la lengua para ayudarnos a comprender mejor lo que los hispanoparlantes estamos expresando.
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