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Invitados vs. escogidos por ©Katia N. Barillas
Publicado por Katia N. Barillas en el blog EfÍmera ilusión. Vistas: 316
“Son muchos los invitados y pocos los escogidos”, rezaba el estribillo de una canción que solía cantarse en la misa diaria a la que asistí desde los cuatro hasta los doce años, cuando estudiaba los grados de primaria en el Colegio Francés de Nuestra Señora de Guadalupe (para señoritas), en mi ciudad natal, Granada, Nicaragua; les hablo de los años 1971 a 1979.
Nunca me detuve a interpretar o analizar realmente el significado de aquel coro que -hasta hoy- suelo tararear cuando los días amanecen nublados o, cuando siento algún torozón apretando la garganta… cuando ese algo que presiento -impíamente- me angustia y atemoriza, sin saber realmente el por qué o los porqués, hasta esclavizarme a lo desconocido, haciéndome presa de pensamientos intrusos e indeseables… porque, todos tememos a lo que no conocemos.
Desde mi punto de vista, la frase mencionada, significaba una afirmación que dejaba ver, en gran número, a quienes tienen éxito en la vida y ”a grosso modo”, el número menor de aquellos que aspiran al triunfo y que jamás llegan a probar las mieles de la victoria.
Investigando descubrí que esta frase fue una de las enseñanzas predicadas por Jesús, el Cristo, según lo dicho por varios de sus apóstoles en el Nuevo Testamento. Algunos estudiosos del tema han concluido en que es una invitación a seguir las ordenanzas del Evangelio anunciadas a todo el mundo a través de la Sagrada Biblia, y que, sin distinción de raza, pelo, color y tamaño, ha llegado a todos los rincones del orbe cristiano, pero, son pocos los que responden con respeto y fe a ese llamado, porque la obediencia, no es algo que forme parte de la apretada agenda diaria de los “homo sapiens”.
Por lo antes expuesto, me detengo y analizo lo que el sentido común me dice. Sin ser erudita en la materia, concluyo en que, en todas las épocas, la humanidad ha hecho caso omiso a lo que no le conviene. Se han creado sociedades y sectas de las que muchos “sui géneris” forman parte. En su gran mayoría, estos grupos “sociales y sectarios” están conformados por gente convenenciera y prejuiciosa; gente a la que no le importa pasar por encima de quien sea con tal de beneficiarse manteniendo a salvo estatus y buen nombre. Así, muchos se hacen de la “vista gorda”, aduciendo que los flagelos -que de siempre han azotado a la raza humana- no son culpa de los muchos afortunados, si no, de los pocos infortunados; es entonces, que esas mayorías buscan sin descanso un “chivo expiatorio” para seguir lavándose las manos, mientras el resto, los menos favorecidos, siguen llevando a cuestas el fardo de la desilusión, la pobreza, el racismo, la ignominia, etc.; y, “el rancho sigue ardiendo”, mientras, la dignidad avergonzada, esconde como avestruz la faz hasta el pescuezo y “per sécula seculórum”, queda todo escondido cual estiércol de gato, así… despidiendo y esparciendo con el aire, su hediondez.
Creo que se debe de hacer algo al respecto. Callar las injusticias nos hace cómplices y, a la vez, criminales del delito que denigra a nuestros iguales. Debemos de dar voz al pensamiento a través de la palabra y “desgalillarnos” para que, esos cambios que han sido inescrupulosamente censurados sean ejecutados con urgente prioridad; solamente así, la parábola donde yace la frase “son muchos los invitados y pocos los escogidos” cobrará el sentido de lo que realmente significa ese llamado, ya que debemos ser y hacer y no dedicarnos solamente aparentar lo uno o lo otro.
Como tribu, la humanidad necesita hacer uso del amor, la fe, la unidad y la comunión de ideas. Debemos dejar atrás los dogmatismos, prejuicios y carencias para no seguir retrocediendo -hacia el período paleolítico- a la velocidad de la luz.
El mundo entero está convulsionado. Las pestes, las actuales y las extintas, están descongelándose y esparciéndose a paso acelerado. Las guerras están a la orden del día. Intolerancia, estupidez, vanidad y soberbia se han coronado y, cetro en mano, están dejando sentir el peso de su monarquía dictatorial y opresora; aunque el mensaje sin descifrar, oculto en el anagrama, está a la vista. Solamente necesitamos poner a trabajar al máximo y colectivamente las neuronas, para desencriptar lo que escribió en la mística misiva, el Supremo. Es de esa forma que lograremos realmente mejorar y hacer de los abrojos que nos hincan sin piedad, “cenizas in memoriam”.
Es obvio que debemos trabajar unidos por nuestro propio beneficio, sin ver qué tiene de malo el otro y, sobre todo, sin enjuiciar los procederes ajenos. No hay que especular. Hay que atreverse a preguntar, porque no hay pregunta necia y quien cuestiona es porque desea saber. La paz entre los individuos y los pueblos de La Tierra se alcanzará dialogando en una mesa redonda; en una mesa sin cuatro esquinas ni cabeceras de las que altivamente sobresalgan las cabezas y las voces altaneras de los “mandamases”, porque todos tenemos derecho a opinar y porque varias cabezas piensan mejor que una y porque es hablando que se logran los consensos.
Para erradicar menosprecio, acoso, burla y otros conceptos denigrantes, por ejemplo, con tanto misógino en alza, suelto por allí, como se ve actualmente -aunque quizás menos que algunos siglos atrás- quizás las mujeres debamos permanecer unidas, formando un bastión más fuerte y alzando la voz hasta que se nos desgarre la conciencia. También, debemos evitar el sufrimiento de los niños, porque, en los sitios donde los niños lloran, es cruel escuchar -siquiera- el murmullo de la risa.
La panacea a los sinsabores de la vida está en saber aceptar sus reveses, aunque, para quien esté del otro lado de la barda, sea difícil aceptar palabras de aliento porque, bien reza el refranero popular: “no es lo mismo verle venir que platicar con ella”, en clara alusión a lo imposible que es calzar zapatos ajenos.
Hay que saber afrontar los problemas, obligaciones y compromisos y también, hay que aprender a enfrentar las peleas con nuestro yo y con alguna persona conflictiva, de esos individuos que ven sombras donde no las hay; vuelvo y repito un adagio anónimo que reza que “todo lo que pasa de malo en la vida de la gente, es para mejorar”. Dijo el médico griego Hipócrates, conocido como “el padre de la medicina”: “antes de curar a alguien, esa persona debe renunciar a las cosas que le enfermaron”; fácil predicar y repetir lo dicho por él, pero, muy complicado ponerlo en práctica ¿verdad?
Estar conscientes de que no existen mapas de los caminos que tenemos que transitar en cada existencia, hace que nos desplacemos a ciegas por esos laberintos obscuros y eso es lo que nos enseña a resistir y sobre llevar cada vivencia de manera diferente… es así como la carga existencial merma y es en ese momento que comprendemos que la vida es el presente, el hoy, el ahora.
Por mi parte, soy pro paz, pro vida, pro planeta, pro unión y estoy dispuesta aportar mi granito de arena para que todos los seres humanos -juntos como hermanos- resurjamos del polvo “cinisio” -como lo hiciera el ave Fénix-. Es como dijo el eminente psiquiatra y psicólogo suizo, Carl Gustav Jung: “no soy lo que me sucedió; soy lo que elegí ser”. Y, ¡cuánta razón tenía Jung!… somos los responsables individuales de diferenciar el Yo consciente e inconsciente y poner en práctica todo lo que traiga beneficio global.
Aunque me identifico más con el pensamiento acertado del gran erudito budista indio, el gran maestro de la meditación, Shantideva, quien aseveró: “si tiene solución, entonces no hay de qué preocuparse; si no tiene solución, no tiene caso lamentarse”.
Entonces, los invitados y los escogidos deben jugar en la misma cancha, con diferente número en la camiseta y en el mismo equipo. ¿Seremos capaces -algún día- de llegar a ser un solo cuerpo?
©Katia N. Barillas
www.katianbarillas.com
https://www.youtube.com/c/NOCHESBOHEMIASdePURAPOESÍA
https://www.spreaker.com/user/8086024
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