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La dictadura
Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 396
Le llevaba la cuenta de las veces que me había mentido, las veces que no sabia dónde iba a parar el dinero, las veces que íbamos en barcos distintos.
- Zeidy, mi amor - decía otra vez, ¡otra vez! - es increíble lo que pasa en el mundo - yo me hacía la desentendida.
A los hombres hay que creerles la séptima parte de lo que dicen y ni confiar en un juramento, ni siquiera por su madre, los hombres son capaces de declararse huérfanos si con eso consiguen una enagua ligera de pasos.
Damián y yo llevamos meses de discusiones, por cualquier cosa, casi siempre por culpa mía, por paranoia, por estar en mis días, por estúpida.... en fin... por tantos epítetos que ya no me caben en la cabeza. Pero esto de ser mujer, no sé, creo que de princesas y brujas todas tenemos un poco.
- ¡Carajo!... ¡por Dios Zeidy!... - cerré la llave del fregadero, sequé mis manos y volví a verlo. Estaba con las orejas rojas, por su expresión supe que otra vez era culpa mía. - esta cena está fría-.
Se levantó con el teléfono en la mano, a mi parecer era lógico que la cena se enfriara, llevaba quince minutos en la mesa y no se había despegado de su celular. Caminó hacia la puerta, la abrió y al cerrarla se despidió... o algo parecido, yo sabía dónde iba. Hace un mes le descubrí varios mensajes en su WhatsApp, dos fotos explícitas, una de unos pechos talla 36B (a mi parecer) y la otra de su miembro masculino.
Ahí terminaban mis opciones, mis cuatro años de vivir juntos, con Angélica durmiendo, a sus once meses no se da cuenta de nada, lo que seguía iba a hacerlo por ella, más que por mí.
Ayer es pasado. He visto muchas películas, muchos dramas y comedias románticas, he llorado tantas veces como me ha sido posible, he estado sola durante mucho tiempo, mi vida es una escalera, el amor me llevó del Cielo al Infierno, escala directa.
- No entiendo cómo sigues con Damián, lo de él son las mujerzuelas, nunca va a cambiar. - Sara tenía razón, yo esperaba algo que nunca iba a suceder, las personas no cambian, acomodan sus estados de acuerdo a la ocasión, se sirvió otra taza de café.
- Por eso hago esto Sara, al fin voy entendiendo.
- Es mejor tarde que nunca, la verdad ya aguantaste demasiado.
No he olvidado mi promesa, la que le hice a Angélica el día que nació, no quiero ser solamente su madre, quiero ser su heroína, quiero que me vea como un ejemplo a seguir, yo puedo encargarme de ella. Sí, sé que estoy mal, a veces siento que asesino a la abogada que soy profesionalmente, pero en mi casa, frente a Damián soy una gata mansa, las leyes en esta casa no las pongo yo.
Ningún sábado es como hoy, la cena fría de anoche no se vuelve a repetir. Estoy en la sala, escucho donde parquea el vehículo, seguro no esperaba ver sus cosas en la acera. Tengo que respirar, un poco más. Me levanto por un vaso con agua y justo cuando camino tres pasos, Damián rebota la puerta contra la pared.
- ¿Me perdí de algo? - pregunta eufórico mientras lanza las llaves del carro a mis pies.
- Damián... esto...esto no func..
- No, tranquila, hace más cerrando esa boca, ya le fue a llorar a esa amiga suya, ¿qué es?, ¿le falta un hombre?.... ay no... pobrecita la abogada va a llorar.
- Ya no puedo - Sara se había llevado a Angélica, ya sé por experiencia que sus humores me van a afectar.
Dio la vuelta al sillón, se sentó y lanzó un florero al piso, luego se agarró la cabeza y me miró.
- ¿Y?, puede hablar, para que no diga que esta casa es una dictadura.
Pensé en sentarme, en tomar las cosas de manera tranquila, en hablar como seres civilizados, pero con él eso es misión imposible, nunca toleraba que lo trataran como igual, él era omnipotente.
- Se va - sí, se lo dije a secas-.
- Qué bueno, la señora al fin toma decisiones.
- Es en serio, me quedo con Angélica.
Se levantó del sillón, se acercó a la ventana y abrió la cortina.
- Está empezando a anochecer, noche de sábado - estaba de pie, tranquilo, sin levantar la voz - ¿ya lo pensó bien?.
- Sí, no quiero esto más.
Dio media vuelta, me eché un poco atrás al verlo acercarse, entonces abrió la puerta, no dijo nada, me señaló el camino, sus maletas en la acera, la cerró de golpe y di dos más hacia atrás.
Recuerdo haber recibido dos golpes a puño cerrado, sin tiempo a reaccionar y poco después tenerlo encima clavando en mi pecho el cuchillo de la cocina. Mis últimos pensamientos van para Angélica, para que sepa que la amo y que nunca quise dejarla así.
FIN
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